Palabras de espiritualidad

¿Abrirle o no la puerta a Él?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Sí, nuestro Señor es también “El que viene”, y de mí depende si abro la puerta cuando Él llama a mi corazón.

Si no vivimos la Resurrección del Señor como la nuestra propia, no la honraremos de la forma debida. ¡Todo lo que yo viva hoy se hará lugar de encuentro con Su mano salvadora y con mi resurrección! ¡De mí depende si elijo vivir lo que vivo actualmente como una consecuencia del pasado —como otra prueba de que mi vida está destruida y de que también yo terminaré destruyendo a quienes me rodean—, si no la transformo en un lugar para Su venida!

Sí, nuestro Señor es también “El que viene”, y de mí depende si abro la puerta cuando Él llama a mi corazón. Hoy, mi corazón está cerrado en su dolor, en su pesadumbre. Y no sin fundamento. ¡He aquí lo que me ocurre! ¡Mira lo que hacen los demás! ¡Mira cómo es el mundo! ¿Cómo abrir mi corazón? ¿Y qué haré con Él en mi interior? Y aquí tengo que elegir entre reprocharle todo eso o pedirle fuerzas para hacer lo que Él me diga, con tal de entrar en Su felicidad... Y puedo elegir la segunda actitud, solamente si renuncio a las causas del pasado (mi mamá y mi papá me enseñaron esto y aquello, etc.) y elijo la Causa del futuro, del Gran Día de Su Segunda Venida. Eligo decir: “¡Ven, Señor, y sana mi alma, porque mucho he pecado contra Ti!”; “¡Ven, Señor, y bendice a mi padre y a mi madre, y a todos aquellos que me han herido, porque todos somos obra de Tus manos!”. Así, lo que vivo hoy deja de ser causa para un futuro infeliz, volviéndose el efecto de Aquella Venida que obra, desde ya, en mí.

¡Si el hombre no se asienta en la promesa de la salvación, que comprende Su Segunda Venida, nuestra resurrección con el cuerpo en Su gloria, y la convivencia con Él en la felicidad eterna, no podrá recibier el poder que brota desde Allí y no podrá vencer los placeres asesinos con los que intenta saciar su hambre de amor y su sed de alegría!

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, p. 17-18)