Palabras de espiritualidad

Acatisto de la Anunciación a la Virgen María

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Translation and adaptation:

Cada 25 de marzo, los cristianos ortodoxos celebramos el Día de la Anunciación a la Madre del Señor. En las circunstancias actuales, de tanta incertidumbre y dolor para el mundo entero, en las que todos estamos llamados a perseverar más en la oración, invocar el auxilio de la Santísima Madre de Dios es tanto un deber como una necesidad.

ACATISTO DE LA ANUNCIACIÓN A LA VIRGEN MARÍA

Oraciones iniciales

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Gloria a Ti, Nuestro Dios, gloria a Ti.

Señor, Rey del Cielo, consuelo nuestro, Espíritu de la Verdad, que estás en todas partes y que llenas todo. Tesoro de bien y Dador de Vida, ven y vive en nosotros, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas, Oh Bondadoso.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (3 veces).

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, perdona nuestros pecados. Soberano nuestro, absuelve nuestras faltas. Oh, Santo, observa y sana nuestras debilidades, por tu Santo Nombre. Amén.

Señor, ten piedad (3 veces).

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Padre nuestro que estás en el Cielo, santificado sea Tu Nombre. Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Porque Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

 

Himno primero

A ti, Madre de Dios, vencedora en la lucha, entonamos los tuyos este canto de triunfo, agradeciéndote por guardarnos del mal. Mas tú, con tu soberanía invicta, líbranos de todos los peligros, y así exclamaremos: ¡Alégrate, esposa siempre virgen!

Verso primero

El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para decir «Alégrate» a la Madre de Dios. Al transmitir su inmaterial saludo y viéndote encarnado en Ella, Señor, quedó extasiado el ángel, que de este modo a la Madre dijo:

Alégrate, tú por quien resplandece la alegría.

Alégrate, tú por quien cesa la maldición.

Alégrate, llamado a Adán que cayó.

Alégrate, redención de las lágrimas de Eva.

Alégrate, cumbre difícil de escalar para el pensamiento humano.

Alégrate, profundidad insondable aún para los ojos de los ángeles.

Alégrate, pues tú eres el trono del Rey.

Alégrate, pues tú llevas a Aquel que sostiene todo.

Alégrate, estrella que nos muestras al Sol.

Alégrate, seno de la divina Encarnación.

Alégrate, tú por quien la creación es renovada.

Alégrate, tú por quien el Creador se hizo Niño.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno segundo

Conociendo su propia castidad, la Santa Virgen dijo valientemente a Gabriel: «Las maravillosas palabras que dices son difíciles de aceptar por mi alma, pues anuncias un parto de virginal seno», exclamando: ¡Aleluya!

Verso segundo

Ansiaba la Virgen comprender el misterio, y así preguntó al divino mensajero: «¿Cómo un seno virginal podría dar a luz un hijo? Dímelo». Y él, reverente, así respondió:

Alégrate, misterio del sublime consejo.

Alégrate, fe de los que oran en silencio.

Alégrate, preludio de los milagros de Cristo.

Alégrate, corona de Sus preceptos.

Alégrate, escala celestial por la cual Dios descendió.

Alégrate, puente que conduce de la tierra al cielo.

Alégrate, maravilla renombrada grandemente entre los ángeles.

Alégrate, derrota lamentada amargamente por los demonios.

Alégrate, tú que a la inefable Luz engendraste.

Alégrate, tú que no revelaste el misterio a ninguno.

Alégrate, tú que sobrepasas el conocimiento de los sabios.

Alégrate, tú que iluminas el pensamiento de los fieles.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno tercero

Entonces el poder del Altísimo cubrió con su sombra a la que no conocía varón, para que concibiera, y Él hizo de su vientre fecundo una viña fértil para todos los que quieren alcanzar la salvación, mientras cantan: ¡Aleluya!

Verso tercero

Habiendo recibido a Dios en su seno, la Virgen se apresuró a ir a Isabel, cuya criatura, ya desde el vientre reconoció en seguida el saludo de la Madre de Dios y, regocijándose, saltó, exclamando:

Alégrate, vid del Renuevo que nunca se marchita.

Alégrate, obtención del Fruto que no muere.

Alégrate, tú que cultivaste a Aquel que cultiva el amor a la humanidad.

Alégrate, tú que diste nacimiento al Sembrador de nuestra vida.

Alégrate, suelo que produce un rico cultivo de compasión.

Alégrate, mesa servida con riqueza de misericordias.

Alégrate, tú que haces florecer el Paraíso del regocijo.

Alégrate, pues tú preparas el refugio para las almas.

Alégrate, incienso de la oración que es escuchada.

Alégrate, purificación de todo el mundo.

Alégrate, clemencia de Dios para con los hombres.

Alégrate, confianza del hombre hacia Dios.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno cuarto

Con el corazón turbado y encontrados pensamientos, el sabio José se agitaba en la duda. Admirándote intacta, sospechaba esponsales secretos de ti, ¡oh, Inmaculada! Mas cuando te supo Madre por obra de Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya!

Verso cuarto

Los pastores oyeron los coros de los ángeles que cantaban a Cristo descendido entre nosotros. Corriendo a ver al Pastor, lo contemplaron como a un corderito sin mancha, alimentándose del seno de Maria, y cantaron así:

Alégrate, Madre del Cordero y del Pastor.

Alégrate, redil del rebaño fiel.

Alégrate, tormento de los enemigos que no se ven.

Alégrate, tú que nos abres las puertas del Paraíso.

Alégrate, que por ti con la tierra se alegran los cielos.

Alégrate, que por ti con los cielos se regocija la tierra.

Alégrate, voz perpetua de los apóstoles.

Alégrate, valentía inquebrantable de los mártires.

Alégrate, potente sustento de la fe.

Alégrate, creencia radiante en la Gracia.

Alégrate, que por ti el infierno quedó despojado.

Alégrate, que por ti nos revestimos de gloria.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno quinto

Al divisar una estrella oscilando de forma divina, los Magos siguieron su luz y, manteniéndola ante ellos como un faro, buscaban con su ayuda a un Rey poderoso. Y, habiendo alcanzado al Inalcanzable, se regocijaron y le exclamaron: ¡Aleluya!

Verso quinto

Los Magos contemplaron en los brazos maternos al Hijo del Sumo Creador del hombre. Sabiendo que era el Señor, aunque bajo la apariencia de un siervo, presurosos le ofrecieron sus dones, diciendo a la Madre bienaventurada:

Alégrate, Madre de la Estrella sin ocaso.

Alégrate, amanecer del día del Divino Misterio.

Alégrate, tú que extinguiste el horno ardiente del error.

Alégrate, tú que iluminas a los entendidos en la Trinidad.

Alégrate, tú que despojas del poder al tirano despiadado.

Alégrate, tú que nos muestras a Cristo el Señor y su amor a la humanidad.

Alégrate, tú que nos libraste de la fe incorrecta.

Alégrate, tú que nos limpias de todo lo impuro.

Alégrate, tú que aboliste la adoración al fuego.

Alégrate, tú que apagas las llamas de la inmoralidad.

Alégrate, guía de los fieles hacia la sabiduría.

Alégrate, alegría de todas las generaciones.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno sexto

Convirtiéndose en mensajeros portadores de Dios, los Magos regresaron a Babilonia. Habiendo cumplido la profecía sobre Ti y dando testimonio de Cristo, hicieron que Herodes quedara como un mentiroso, porque no sabía proclamar: ¡Aleluya!

Verso sexto

Brillando sobre Egipto con la luz de la verdad, dispersaste la oscuridad de la mentira, pues los ídolos de aquel país se derrumbaron, oh Salvador, incapaces de soportar Tu poder. Y todos los que fueron librados de ellos clamaron a la Madre de Dios:

Alégrate, rectificación del hombre.

Alégrate, ocaso de los demonios.

Alégrate, tú que pisoteaste el poder del engaño.

Alégrate, tú que expusiste el fraude de los ídolos.

Alégrate, mar que pierde al gran faraón.

Alégrate, roca que sacia a los sedientos de vida.

Alégrate, columna de fuego, guiando a los que están en la oscuridad.

Alégrate, refugio del mundo cual nube sin par.

Alégrate, alimento y vasija con maná.

Alégrate, dispensadora del santo gozo.

Alégrate, Tierra Prometida.

Alégrate, manantial de leche y miel.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno séptimo

Cuando Simeón estaba próximo a partir de este mundo falaz, te presentaron ante él siendo recién nacido. Entonces te reconoció también como Dios perfecto, y se maravilló de Tu inefable sabiduría, clamando: ¡Aleluya!

Verso séptimo

El Creador reveló una nueva creación cuando a nosotros, Sus criaturas, se dejó ver. Sin simiente Él nació de un seno virginal, preservándolo sin mancha como estaba antes, para que contemplando el milagro, podamos cantarle a ella:

Alégrate, flor de pureza.

Alégrate, corona de la virtud.

Alégrate, tú que iluminas la imagen de la Resurrección.

Alégrate, tú que revelas la vida de los ángeles.

Alégrate, árbol de buen fruto, del que se alimentan los fieles.

Alégrate, frondosa copa que a muchos amparas.

Alégrate, tú que llevaste en tu vientre al Redentor de los extraviados.

Alégrate, tú que diste a luz al Liberador de los cautivos.

Alégrate, intercesora ante el justo Juez.

Alégrate, perdón de muchas ofensas.

Alégrate, manto protector para los que están faltos de confianza.

Alégrate, amor que vence a todo deseo.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno octavo

Contemplando este extraordinario nacimiento, apartémonos del mundo y volvamos nuestras mentes al cielo. Por esta causa el Altísimo se mostró en la tierra como un hombre humilde, deseando elevar a las alturas a los que claman a Él: ¡Aleluya!

Verso octavo

Aún estando aquí entre los hombres, el Verbo de ninguna manera se ausentó del Reino de lo alto, pues lo que sucedió fue una descenso divino y no un cambio de lugar, y Su nacimiento fue de una Virgen que recibió a Dios, mientras escuchaba estas palabras:

Alégrate, morada del Dios inconmensurable.

Alégrate, puerta del misterio solemne.

Alégrate, relato incomprensible para los incrédulos.

Alégrate, exaltación legítima de los fieles.

Alégrate, santísima portadora de Aquel que está sobre los querubines.

Alégrate, morada gloriosísima de Aquel que está sobre los serafines.

Alégrate, tú que has unido a los opuestos.

Alégrate, tú que has unido virginidad y maternidad.

Alégrate, tú por quien fue absuelto el pecado.

Alégrate, tú por quien se abrió el Paraíso.

Alégrate, llave del reino de Cristo.

Alégrate, esperanza de las bondades eternas.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno noveno

Todos los ángeles se admiraron por la obra maravillosa de Tu Encarnación, pues vieron a Dios altísimo como Hombre accesible a todos, habitando entre nosotros y escuchando de todos: ¡Aleluya!

Verso noveno

Los oradores más elocuentes enmudecen como peces ante ti, Madre de Dios, pues no pueden explicarse cómo, siendo Virgen, diste a luz un Niño. Mas nosotros, maravillándonos ante este misterio, clamamos con fe:

Alégrate, vaso de la sabiduría de Dios.

Alégrate, tesoro de Su providencia.

Alégrate, tú que a los filósofos los muestras como necios.

Alégrate, tú que dejas a los retóricos faltos de razón.

Alégrate, pues los sabios se han vuelto insensatos.

Alégrate, pues los creadores de mitos se han esfumado en el silencio.

Alégrate, tú que rompiste las redes de los atenienses.

Alégrate, tú que llenaste las redes de los pescadores.

Alégrate, tú que sacas a los hombres de las profundidades de la ignorancia.

Alégrate, tú que iluminas a muchos con el entendimiento.

Alégrate, barca de todos los que desean salvarse.

Alégrate, puerto de los viajeros en este mar de la vida.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno décimo

Deseando salvar al mundo, el Creador se reveló, de acuerdo a Su promesa. Él es nuestro Dios y Pastor, y fue por nosotros que se hizo hombre. Y, asemejándose al que le era semejante, aún siendo Dios, escuchó de todos decir: ¡Aleluya!

Verso décimo

Tú eres el baluarte de las vírgenes, oh Madre de Dios y Virgen Santa, y también de todos los que recurren a ti, pues el Creador de cielo y tierra te erigió, oh Purísima; habitando en tu seno, y enseñando todos a invocarte:

Alégrate, pilar de la castidad.

Alégrate, puerta de la salvación.

Alégrate, iniciadora de la restauración espiritual.

Alégrate, tú que otorgas la Gracia divina.

Alégrate, pues tú has renovado a los concebidos en la vergüenza.

Alégrate, pues tú das buen consejo a los que están sin entendimiento.

Alégrate, tú que has vencido al que incita los malos pensamientos.

Alégrate, tú que diste a luz al Sembrador de la pureza.

Alégrate, cámara nupcial de una unión sin simiente.

Alégrate, tú que has unido a los fieles con su Señor.

Alégrate, tú que entre vírgenes fuiste la única en alimentar con tu seno..

Alégrate, habitación preparada para el alma de los santos.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!



Himno decimoprimero

Difícil es con himnos tratar de abarcar todas Tus misericordias; pues aunque te ofrezcamos, oh Rey Santo, salmos y cantos innumerables como la arena, no habremos hecho nada comparable con lo que nos has dado a nosotros, que clamamos: ¡Aleluya!

Verso decimoprimero

Como una lámpara llena de luz, vemos a la Santa Virgen apareciéndose a los que están en la oscuridad. Encendiendo el Fuego inmaterial, ella guía a todos al conocimiento divino e ilumina nuestras mentes con su esplendor, por lo que es honrada con este saludo:

Alégrate, rayo del Sol espiritual.

Alégrate, haz de una Luz que no se extingue.

Alégrate, llama que ilumina almas.

Alégrate, tú que atemorizas a los enemigos como el trueno.

Alégrate, pues de ti amaneció el más resplandeciente fulgor.

Alégrate, pues tú haces que fluya un río abundante.

Alégrate, tú que nos muestras la imagen vivificadora de la fuente.

Alégrate, tú que limpias la mancha del pecado.

Alégrate, tú que lavas y dejas la conciencia limpia.

Alégrate, copa que derrama alegría.

Alégrate, dulce fragancia de Cristo.

Alégrate, vida de felicidad espiritual.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno decimosegundo

Cuando el Señor, misericordioso con los hombres, quiso deshacer las deudas antiguas por medio de la Gracia, vino voluntariamente a los que habían caído lejos de ella y rompió la lista de sus adeudos; escuchando de todos: ¡Aleluya!

Verso decimosegundo

Mientras cantamos a tu alumbramiento, te alabamos como a una Iglesia Vivificante, oh Madre de Dios, pues el Señor, quien tiene al mundo en Sus manos, habitó en tu seno. De esta manera, Él te santificó y glorificó, enseñándonos a todos a cantarte:

Alégrate, tabernáculo de Dios hecho Palabra.

Alégrate, más santa que los santos.

Alégrate, arca bruñida por el Espíritu.

Alégrate, tesoro inagotable de vida.

Alégrate, corona preciosa de reyes compasivos.

Alégrate, virtud honorable de los sacerdotes devotos.

Alégrate, torre inamovible de la Iglesia.

Alégrate, bastión indestructible del Reino.

Alégrate, que por ti obtenemos la victoria.

Alégrate, que por ti vencemos a nuestros enemigos.

Alégrate, salud de mi cuerpo.

Alégrate, salvación de mi alma.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Himno decimotercero

Oh, Madre muy glorificada, tú que diste a luz a la Palabra, Quien es más Santo que todos los santos, acepta nuestra ofrenda, líbranos de toda tentación y sálvanos de la aflicción eterna, a los que te cantamos ¡Aleluya!

(Repetir 3 veces)

Luego se repite el Verso primero y el Himno primero.

Verso primero

El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para decir «Alégrate» a la Madre de Dios. Al transmitir su inmaterial saludo y viéndote encarnado en Ella, Señor, quedó extasiado el ángel, que de este modo a la Madre dijo:

Alégrate, tú por quien resplandece la alegría.

Alégrate, tú por quien cesa la maldición.

Alégrate, llamado a Adán que cayó.

Alégrate, redención de las lágrimas de Eva.

Alégrate, cumbre difícil de escalar para el pensamiento humano.

Alégrate, profundidad insondable aún para los ojos de los ángeles.

Alégrate, pues tú eres el trono del Rey.

Alégrate, pues tú llevas a Aquél que sostiene todo.

Alégrate, estrella que nos muestras al Sol.

Alégrate, seno de la divina Encarnación.

Alégrate, tú por quien la creación es renovada.

Alégrate, tú por quien el Creador se hizo Niño.

¡Alégrate, esposa siempre virgen!

Himno primero

A ti, Madre de Dios, vencedora en la lucha, entonamos los tuyos este canto de triunfo agradeciéndote por guardarnos del mal. Mas tú, con tu soberanía invicta, líbranos de todos los peligros, y así aclamaremos: ¡Alégrate, esposa siempre virgen!

 

Oración a la Santísima Madre de Dios

Oh, Santísima Madre de Dios, Virgen y Soberana, tú que eres más excelsa y más alta que los ángeles y arcángeles, y más venerada que toda criatura, profunda admiración de los ángeles, predicación de los profetas, atuendo elegido por los arcángeles, fortaleza de los mártires, gloria de los apóstoles, consejo certero de los monjes, templanza de los que ayunan, honra y pureza de las vírgenes, serena alegría de las madres, sabiduría y enseñanza de los niños, amparo de los pobres y las viudas, abrigo de los que no tienen con qué cubrirse, salud de los enfermos, liberación de los oprimidos, sosiego de los navegantes, puerto seguro de los atribulados, guía de los extraviados, camino seguro de los viajeros, descanso de los que se afanan, protección y refugio de los perseguidos, esperanza de los desesperanzados, auxilio de los necesitados, de los pobres riqueza que no se agota, de los tristes consuelo, amor humilde de aquellos a quienes nadie ama, salvación de los pecadores, salvaguardia de todos los cristianos, benefactor e invencible socorro.

Por medio tuyo, Aquel que no se ve se hizo visible, por lo cual te presentamos nuestras súplicas, como siervos tuyos, Señora nuestra. Oh, piadosísima Reina de la luz más generosa y gloriosa, tú que alumbraste a nuestro Soberano, Cristo-Dios, Aquel que concede la vida a todos, tú que eres exaltada por los moradores del Cielo, mente angélica, muy luminosa estrella y más santa que todos los santos; Reina de todos los reyes, Señora de todas las criaturas, Virgen elegida por Dios, casta Novia, palacio del Santísimo Espíritu, trono de fuego del Rey invisible, arca celestial, portadora de la Palabra de Dios, carroza encendida en fuego, descanso del Dios vivo, inefable encarnación del cuerpo de Cristo, nido del Águila celestial, tórtola de bello canto, paloma llena de mansedumbre y benignidad. Madre amorosa, abismo de misericordia, gota que diluye la ira de Dios, hondura insondable, misterio inenarrable, milagro desconocido, indescriptible prodigio;

Iglesia mística del Mismísimo Señor de todos los tiempos, incienso de agradable aroma, honroso atuendo, manto tejido por Dios, renuevo del árbol vivificador, bellísima flor que hiciste florecer para nosotros el júbilo celestial, uva de nuestra salvación, copa del Rey Celestial, en el cual se depuró del Espíritu Santo el vino de la Gracia que no se agota; mediadora de la ley, principio de la ley verdadera de Cristo, torre inexpugnable, perdición de los herejes, espada de la ira de Dios en contra de todas las iniquidades, pavor de los demonios, victoria en la guerra, custodio de todos los cristianos y del mundo salvación segura.

Oh, muy piadosa Señora,Virgen, Soberana y Madre de Dios, atiende las súplicas de los que te dirigimos nuestras oraciones, y demuestra tu piedad a todos los creyentes. Pídele a tu Hijo que nos libre de todo mal. Y libra a esta iglesia y a todas las ciudades y poblados cristianos, y a todo el pueblo creyente que acude a ti e invoca tu santísimo nombre, de toda calamidad, de enfermedades, de terremotos, de diluvios, del fuego, de la espada, de la invasión por parte de otros pueblos y de la división entre nosotros mismos, de todo dolor y de toda aflicción. Líbranos de las heridas, el terror, la muerte y la justa ira de Dios, sino que ampáranos y sálvanos con tu misericordia, oh Señora, tú que ahora oras por nosotros y por un clima favorable, para que obtengamos los frutos que esperamos, esos que tú nos concedes. Protege, exime y salva de toda necesidad, oh Señora misericordiosa, exaltadísima Madre de Dios, a los que están en peligro. Acuérdate de tus siervos y no ignores sus lágrimas y suspiros, sino que renuévanos con tu bondad, para que seamos confortados, sabiéndote nuestro refugio. Apiádate, oh Purísima Señora, y concede tu auxilio a todos los fieles.

Oh, esperanza nuestra, une nuevamente lo que estaba disperso: a los que están perdidos ayúdalos a volver al camino, a los que se han apartado de la fe haz que la encuentren otra vez, socorre a los ancianos, alimenta a los más pequeños, y honra a los que te honran. Pero, especialmente, protege la Santa Iglesia de tu Hijo y favorécela perpetuamente.

Oh, miericordiosa e indulgente Soberana del Cielo y de la tierra, Madre de Dios, siempre Virgen, concédele tu intercesión a todos los fieles y a toda la cristiandad. Guárdala bajo el manto de tu piedad, acógela con tu santa protección y pídele a Cristo, Dios nuestro, a Quien concebiste de forma inefable, que nos llene de las fuerzas que vienen de lo alto, para que podamos defendernos de la acechanza de los enemigos que luchan contra nosotros. Apiádate y salva, con tus oraciones, oh Madre, a Su Beatitud Daniel, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana*, a Su Alta Eminencia Teófano*, Arzobispo y Metropolitano nuestro, a todos los jerarcas ortodoxos, a los sacerdotes y diáconos, a todo el clero y al pueblo ortodoxo que venera tu santo ícono.

Otórganos tu clemente intercesión, sácanos de la fosa de los pecados e ilumina los ojos de nuestro corazón para que busquemos la salvación. Apiádate de nosotros en esta vida, y cuando llegue el Día del Juicio, intercede ante tu Hijo por nosotros. A los que, siendo creyentes, han partido de esta vida a la que es eterna, al lado de los ángeles, los árcángeles y todos los santos, permíteles que estén a la diestra de tu Hijo y Dios. Y, con tus oraciones, haz dignos a todos los cristianos ortodoxos de vivir con Cristo y con alegría regocijarse en las moradas celestiales.

Porque tú eres, oh Señora, la gloria de lo celestial y auxilio de los hombres; tú eres la esperanza y la abogada de todos los que acuden a ti, implorando tu santo auxilio. Tú oras con fervor a tu Hijo y Dios nuestro, porque las oraciones de la Madre gran fuerza tienen para apaciguar al Soberano. Y, con tu intercesión, nos atrevemos a acercarnos al santo altar, a la Gracia de los santísimos y vivificadores Dones, aunque somos indignos. Por eso, y viendo en el ícono tu venerado rostro y cómo sostienes con tu brazo a Aquel que esTodopoderoso, nos gozamos también, aún siendo pecadores; y, cayendo de rodillas con humildad, con amor y estremecimiento lo besamos, esperando, oh Señora, que por tus santísimas y por Dios escuchadas plegarias, obtengamos la felicidad de la vida eterna en el Cielo y poder estar, sin rubor alguno, el Día del Juicio, a la diestra de tu Hijo y Dios nuestro, glorificándolo junto con Su eterno Padre y con Su Santísimo, Bondadoso y Vivificador Espíritu, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos! Amén. ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, ten piedad! ¡Por las oraciones de la Santísima Madre de Dios y siempre Virgen María, y con las de todos los santos, Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros!

 

* Los nombres de los jerarcas del lugar.