Palabras de espiritualidad

Acumulando riquezas para el mañana... y para el infierno

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Y es que la avaricia oscurece lo que antes era bueno, siendo ajena a las bondades de Dios, porque induce a matar y a llenar el alma de toda clase de bajezas, vanidad y preocupaciones superfluas.

¿Para quién acumulas cosas, sin saber qué será de ti el día de mañana? ¿Acaso no te das cuenta que tu hijo puede morir antes que tú? “De vástagos impuros no brotarán raíces profundas”. ¿Cómo podrá una persona así, responder al poder de Dios? ¡Más bien, que busque la forma de librarse del fuego del infierno! Escucha nuevamente al Apóstol, como si fuera tu padre, al decir: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero”. ¡Entonces, hombre, aléjate del perjuicio que el maligno te quiere provocar!

Y es que la avaricia oscurece lo que antes era bueno, siendo ajena a las bondades de Dios, porque induce a matar y a llenar el alma de toda clase de bajezas, vanidad y preocupaciones superfluas. Además, nos lleva al egoísmo y al bienestar injusto, a muchos los empuja a la vanagloria y a ofrendar al maligno, llenándoles la conciencia de malos pensamientos, cuando cae la noche: “¿Cómo podré seguir acumulando más y más bienes para mis hijos? ¿Cómo enaltecerme más y más, cómo alcanzar la altura de mis propias riquezas? Levantaré palacios, compraré haciendas, seré el señor de siervos y siervas. Le quitaré sus tierras a fulano, porque son muy productivas, para ganar más y más. Viviré lo mejor que pueda, porque esta vida es corta y triste, y no hay solución cuando llega la muerte. Y no se sabe de nadie que haya retornado del infierno. Por eso, buscaré una esposa opulenta para mi hijo, para poder mantener mis riquezas y gozarme de sus frutos, de comidas y de bebidas, de todo lo que es bueno. Y le heredaré a él los medios para gozarse de ello también. Y yo, en la flor de mi juventud, deleitándome con lo que es mío, de mis vinos y mis perfumes, me pondré una corona de rosas, antes de marchitarme. Porque esta es mi herencia. Oprimiré a los pobres, humillaré a la viuda, no me avergonzaré ante las necesidades del anciano y mi poder será ley, porque la debilidad siempre está de más”.

(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele MinunatCuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 83)

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