Palabras de espiritualidad

Amar es que te duela el dolor del otro

    • Foto: Andrei Agache

      Foto: Andrei Agache

La mayoría de nosotros nos hemos alejado del amor, hemos dejado de entenderlo o de recibirlo en nuestro corazón. Perder el amor es el fenómeno más triste que alguien podría experimentar en su vida. En él interviene, con el concurso del astuto, el odio, es decir cuando matamos al otro en nuestro corazón, así como los celos, el control y el narcisismo posesivo...

Imaginemos tan sólo una partícula del infinito dolor que Dios siente por la humanidad, por los miles de millones de hijos pródigos, por el llanto callado —que llega hasta los mismos Cielos— de aquellos que voluntariamente han caído en las redes de la muerte.

Reduciendo aún más el campo del asunto, el amor conyugal entre un hombre y una mujer —quienes ofrecen luz y vida al universo al procrear sus hijos— es un ícono de este amor del Creador. Con todo, pocas personas casadas son verdaderamente felices y conscientes del poder icónico de su amor, de representar el amor invisible del Que es eterno.

La mayoría de nosotros nos hemos alejado del amor, hemos dejado de entenderlo o de recibirlo en nuestro corazón. Perder el amor es el fenómeno más triste que alguien podría experimentar en su vida. En él interviene, con el concurso del astuto, el odio, es decir cuando matamos al otro en nuestro corazón, así como los celos, el control y el narcisismo posesivo, la indiferencia como vacío del ser, el egoísmo como una extensión metastásica del “yo” en el mundo, etc.

¿Cuál es la causa de tal sufrimiento, de tal disminución y alejamiento del amor, en cada uno de nosotros? Yo creo que se trata del mimetismo, ese rasgo humano de imitar lo que se ve. Amamos a quienes nos aman, odiamos a los que nos odian, imitamos gestos, palabras y comportamientos de nuestro alrededor. Un francés decía: “Un bon bailleur en fait bailler sept” (Un buen bostezador hace que bostecen siete). Aún desde la primera infancia, el mimetismo es una parte básica de nuestro ser.

(Traducido de: Pr. Dr. Ioan Valentin Istrati, Lumina răstignită – Cuvinte pentru cei ce plâng, Editura Pars pro toto, Iaşi, 2014, p. 186)

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