Palabras de espiritualidad

Cómo empezar y terminar el día

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El trabajo y la oración son las cosas más necesarias y provechosas en el tiempo que Dios nos da cada día. “Ora y trabaja”. Esta regla de oro abarca toda la sabiduría de esta vida.

Cuando te levantes por la mañana, piensa que Dios te ha otorgado un día que tú mismo no podrías haberte dado solo, y aparta la primera hora o al menos los primeros quince minutos del día que acabas de recibir, para presentarle a Dios, cual ofrenda, tu oración de agradecimiento y petición. Mientras más te esfuerces en esto, más santificarás tu día y más te protegerás de las tentaciones que podrían salir a tu encuentro en el transcurso del nuevo día.

Del mismo modo, cuando vayas a acostarte, piensa que Dios te concede el descanso necesario por tu esfuerzo. Dedícale, entonces, una oración pura y humilde, y su fragancia traerá más cerca de ti a tu ángel custodio, para que permanezca cuidándote.

La oración de la mañana es, para el hombre, lo que el rocío matinal para las plantas. Aquel que desde temprano eleva sus oraciones a Dios, con la debida atención, se siente más feliz y más tranquilo durante el resto del día. Y es que la mente se dedica todo el día a aquello que le ocupa desde el amanecer, como la piedra de un molino, que el resto del día muele sea trigo o cizaña.

Sabiendo esto, procuremos poner, desde temprano, solamente trigo, para que el maligno no tenga cómo introducir su cizaña en nuestra mente. Pasemos el día que empieza de una forma tal que pueda llevarnos al día eterno, y no a la noche eterna.

Además, mientras te ocupas de tus actividades, procura encontrar al menos algunos minutos para volverte con tu mente y con tu oración llena de devoción, a Aquel que bendice el trabajo honrado y lleva a buen puerto todas nuestras empresas.

El trabajo y la oración son las cosas más necesarias y provechosas en el tiempo que Dios nos da cada día. “Ora y trabaja”. Esta regla de oro abarca toda la sabiduría de esta vida.

Recuerda: no fuiste creado para el mundo, sino para el Cielo.

En concordancia con los afanes y las preocupaciones de la vida, eleva tu mente y tu corazón, y preséntale a Dios tu alma en oración y agradecimiento. ¡Ora! Este es tu deber, tu honra, tu felicidad.

¡Pasa del trabajo a la oración, y de la oración al trabajo! ¡Ora y trabaja!

Empieza y termina tu día con Dios.

Cuando vayas a acostarte, acuérdate de la muerte, cuya imagen y antesala es el sueño. Acuérdate de lo pasado y espera en el Señor lo que habrá de venir.

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Mărgăritare duhovnicești, Editura Credința strămoșească, p. 94-96)