Palabras de espiritualidad

¿Cómo y por qué perdonar a nuestro semejante?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

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¿Cuáles son los motivos para odiar a alguien, para enfadarnos con él? ¿Porque tiene más dinero que nosotros? ¿Porque nos engañó en algún negocio? Talvez usurpó nuestro lugar en un viaje que organizó nuestro jefe, o algo así. Todo esto proviene, evidentemente, de nuestra preferencia por lo material, por lo terrenal y pasajero. En la medida en que nos alejamos de todo esto y dirigimos nuestra mente hacia Dios, hacia la vida eterna, sabiendo que todo eso no es más que vacío, podremos perdonar más fácilmente.

No es necesario que vayas hasta el fin del mundo por alguien... pero sí perdonar. Sobre todo, sabiendo que por ese perdón recibirás el perdón de Dios por todos los pecados de tu vida. Pero, más allá de todo esto, sabiendo que, perdonando, te asemejas a Dios.

¿Cómo perdonar a uno que es malo? ¿Cómo perdonar a uno que te agobia? ¿Cómo? Pensando en Dios. Pensando en Ése que murió por aquella persona. Pensando que también tú tienes deudas, incontables deudas. Pensando en esos a quienes amas y en la forma como te comportas con ellos. Aunque actualmente también vemos hijos que odian a sus padres y viceversa... ¡Qué lejos estamos de llamado de Cristo!

El poder de perdonar es propio de los que poco a poco renuncian al pecado, de los que han comenzado ya a alejarse del mundo. ¿Cuáles son los motivos para odiar a alguien, para enfadarnos con él? ¿Porque tiene más dinero que nosotros? ¿Porque nos engañó en algún negocio? Talvez usurpó nuestro lugar en un viaje que organizó nuestro jefe, o algo así. Todo esto proviene, evidentemente, de nuestra preferencia por lo material, por lo terrenal y pasajero.

En la medida en que nos alejamos de todo esto y dirigimos nuestra mente hacia Dios, hacia la vida enterna, sabiendo que todo eso no es más que vacío, podremos perdonar más fácilmente. Sabemos que “el hombre no es sino nimiedad” y que “en vano se perturba todo hombre”, así como dice el profeta David. Así que es el momento de profundizar en nosotros mismos, porque los mandamientos de nuestro Señor, aunque son muy simples, aunque parecen tan simples, requieren mucha profundidad en nosotros. No se trata de complejidad, sino de una profundidad que nos asombra por su simpleza. Se nos pide que nuestra mente esté siempre dirigida hacia nosotros y hacia Dios, que no se aferre a lo efímero. Porque actuando así sabremos descubrir a Dios en el otro. Y si Dios murió por nosotros, “mientras nosotros aún éramos pecadores”, como dice el Apóstol Pablo, ¿quiénes somos para juzgar a nuestro semejante? Teniendo todo esto en mente, tomaremos el valor necesario para orar y así recibiremos, por parte de Dios, la respuesta a nuestras peticiones.

(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, A iubi înseamnă a ierta, Editura Cathisma, p. 74-76)



 

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