Palabras de espiritualidad

Consejo para el que no tiene tiempo o simplemente no puede aplicarse en la oración

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La indolencia con las cosas de Dios puede volverse una costumbre... y entonces ¡adiós devoción! Debemos anticiparnos y evitar que algo así ocurra.

«No puedo adornar mis primeras con líneas con elogios hacia tu persona. Me escribes: “Oro mal, soy muy ociosa y lenta para aprenderme los Salmos... casi he renunciado por completo a ello”. ¡Vaya progreso! ¿Qué más puedo decir?

Esto podría tener consecuencias muy graves: la indolencia con las cosas de Dios puede volverse una costumbre... y entonces ¡adiós devoción! Debemos anticiparnos y evitar que algo así ocurra. Intenta hacer esto: repite los Salmos cuando tengas ganas de hacerlo, eligiendo aquellos que entiendes mejor y sientes con más fuerza en tu corazón. Es mejor que memorices sólo algunos versículos, los que más te lleguen al alma, y no el salmo entero; por ejemplo: “Señor, ven en mi auxilio; Señor, apresúrate en venir a ayudarme... No me vuelvas Tu rostro. ¿A dónde me iré de Tu Espíritu?”, etcétera. Repítelos después dirigiendo tu mente a Dios, mientras trabajas, cuando caminas... Puedes “escribir” esos versículos en cada paso que des, y te hallarás como en medio de un hermoso tapete, revestida con la Palabra de Dios...

En la mañana holgazaneas y por eso no oras, o si oras, lo haces sólo de forma... Eso está muy mal. Ora poco, pero correctamente, respetando las disposiciones de la oración. ¡Si llegas tres minutos tarde a donde tenías que ir, no es gran cosa! Así pues, ora siempre esos tres minutos en la mañana. En tal caso, ya no tendrás por qué leer tus oraciones a toda prisa... ¡Es mejor que ores con tus propios pensamientos y tus propias palabras! Sólo preséntate ante Dios... Él está cerca de ti. Aunque te apartes de Él con tus pensamientos y sentimientos, regresa a Su lado tanto con los unos como con los otros... Agradécele por haberte cuidado cuando dormías, por haberte permitido ver nuevamente Su luz y por dejarte vivir un tiempo más... porque hay muchos que se van a dormir, para no volver a despertarse jamás.

Pídele Su bendición para tus actividades del día que está empezando, para que te conceda lo que es bueno y te libre de todo mal... Llama también a la Madre del Señor, a tu ángel custodio, a la santa cuyo nombre recibiste, y a todos los demás santos...

Ora por tu madre, tus hermanos, tus parientes, tus amigos y conocidos. Menciona también a tus difuntos. Después, confiándote a la voluntad de Dios, dirígete a tus trabajos, esmerándote en no olvidar que en todo momento te hallas ante Él.

Haz todo esto con la mente concentrada y recogimiento. Entonces tu oración será verdadera y tu conciencia no te reprochará por no haer orado o por haberlo hecho mal. Es suficiente con que hagas lo que te he dicho, especialmente si aprendes a mantener en tu corazón un estado de oración.

Lo mismo puedes hacer por la noche. Sin embargo, ya que a esa hora dispones de más tiempo, puedes procurar leer las oraciones de tu libro; estas te ayudarán a dirigirle a Dios con mayor fuerza y comprensión las palabras de tus propias plegarias».

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Mântuirea în viaţa de familie, Editura Cartea Ortodoxă, Bucureşti, 2004, p. 22-23)