Palabras de espiritualidad

Cuerpo y alma, una conjunción perfecta para alcanzar altos ideales y buscar la salvación

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuerpo y alma se diferencian entre sí, pero es tan fuerte su unión, que solamente juntos pueden conformar una entidad superior, es decir, el ser humano.

La relación entre cuerpo y alma en el ser del hombre puede ser comparada con la del artista y su instrumento, el caballero y su montura, el piloto y la barcaza, o el escritor y su pluma. El artista, el caballero, el escritor es el alma, y el instrumento, el caballo, el bote y la pluma son el cuerpo. Esta semejanza fue hecha primero por el filósofo Platón (+347 a. de C.), y ha sido utilizada por un sinfín de filósofos y teólogos, porque es muy sugestiva. En verdad, el cuerpo sin alma está muerto, y el alma no puede actuar sino por medio del cuerpo.

No obstante, esta semejanza no expresa totalmente la verdadera relación entre el cuerpo y el alma del hombre, porque el artista, el caballero, el navegante y el escritor no están atados y condicionados por su instrumento o herramienta de trabajo, sino que cada uno es autónomo, formando una entidad separada. No todo es así con el cuerpo y el alma. Ambos se diferencian, pero es tan fuerte su unión, que solamente juntos pueden conformar una entidad superior, es decir, el ser humano.

Ciertamente, el hombre no es soamente cuerpo, ni solamente alma, sino una síntesis, una combinación especial, sui generis, de estos dos elementos tan distintos. Por eso, la relación entre cuerpo y alma puede asemejarse mejor a la existente entre los elementos químicos de un cuerpo material. La existencia de estos elementos se constata en cada cuerpo humano, pero no están separados, sino combinados o conjuntados de una forma tal que constituyen un cuerpo.

En virtud ese lazo tan fuerte, el alma, como esencia espiritual y superior, domina al cuerpo, lo dirige y lo guía a determinados ideales, propios o revelados por Dios. Pero también puede ocurrir lo contrario, es decir que sea el cuerpo quien ordene y el alma se le someta. En el primer caso, la vida es normal, según lo establecido por Dios; es una forma superior de vida, una vida espiritual. En el segundo caso, la vida es anormal, degradada, animalizada; es la vida del pecado o una vida pecadora, tal como la llama la religión.

(Traducido de: Mitropolitul Irineu MihălcescuTeologia luptătoare, Ediția a II-a, Editura Episcopiei Romanului și Hușilor, 1994, pp. 83-84)