Palabras de espiritualidad

De la relación entre la humildad y el discernimiento

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Es importante tener una perspectiva bíblica y patrística real. No se trata de repetir ante todos que uno es el más grande de todos los pecadores.

«En cierta ocasión, estuve de visita en el Monasterio Țigănești. Y (siendo ciego), cada vez que me encontraba con alguna monja, lo primero que le preguntaba, era: “¿Cómo se llama usted, madre?”. “Filotea, pecadora”, me respondía alguna. “Melania, pecadora”, me decía otra. “¿Cómo se llama usted, hermana?”, “Ana, pecadora”. En un momento dado, exclamé: “¡¿Es este es el monasterio de las pecadoras?! ¿Qué sucede aquí? ¿Es que lo único que saben hacer es pecar? ¿Por qué no hacen cosas buenas también? Entonces ¿cuál es la diferencia entre ustedes y la gente del mundo?”. ¿Todas eran pecadoras? Fui a buscar al padre espiritual del monasterio, y le dije: “Padre, este es el monasterio de las pecadoras… ¡Pero sepa usted que yo soy una buena persona!”.

Es importante tener una perspectiva bíblica y patrística real. No se trata de repetir ante todos que uno es el más grande de todos los pecadores. Si así fueran las cosas, sólo una persona en este mundo podría ser el pecador más grande. Hablando en términos matemáticos, si hay uno que es el pecador más grande, no puede haber otro que también lo sea. Ahora, tampoco hay que jactarse de ser santos. Yo no digo que sea un santo, ¡pero sí que trato de comportarme correctamente!

No, hijos, las cosas no son así, como: “Acabo de toser… ¡He pecado!”, o “¡Estornudé! ¡Soy un picador!”. ¡No!».

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 104)

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