Palabras de espiritualidad

De los objetos necesarios para la realización de la Santa Unción

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Realizando correctamente el Sacramento de la Santa Unción, le concedemos la importancia que en verdad tiene y obtenemos de él el provecho espiritual y físico que esperábamos: la sanación de nuestras enfermedades y el perdón de nuestros pecados.

La sanación que viene por medio del Sacramento de la Santa Unción se halla relacionada también a los “materiales” que son utilizados por la Iglesia en la realización de dicho sacramento. Así, aunque ya desde el Antiguo Testamento se podía observar la importancia del aceite y la harina, por medio de la Santa Unción, estos elementos, santificados en conjunto, alcanzan su sentido más pleno. El aceite y la harina ofrecen, por medio de la Santa Unción, el comienzo de una nueva vida obtenida después de la sanación o para la sanación. Por eso es que se nos dice en la Escritura: “Las cosas indispensables para la vida del hombre son: el agua y el fuego, el hierro y la sal, la harina de trigo, la leche y la miel, el jugo de racimo, el aceite y el vestido (Eclesiástico 39, 31).

En el oficio de la Santa Unción, la harina se pone en un recipiente profundo, con siete candelas encendidas. Estas, que habrán de mantenerse encendidas durante todo el oficio, son el símbolo de la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Asimismo, con la harina santificada los fieles habrán de preparar siete tortas, símbolos del pan de cada día. En el cristianismo, el pan siempre ha estado relacionado a lo sacramental y a la vida; por esta razón, representa la unidad del don del Espíritu Santo en la Santa Unción. Las siete tortas hechas con la harina bendecida en la santa Unción se vuelven también símbolo del vínculo de los fieles con Dios. Por eso, cada mañana y en ayunas, durante siete días, el enfermo comerá una de aquellas tortas. En algunas regiones, la harina bendecida durante la Santa Unción es utilizada para preparar el prosforon para la Divina Liturgia.

El aceite se pone en un vaso suficientemente grande y se santifica durante el oficio de la Santa Unción, con la repetición, siete veces, de la oración: “Señor, que con Tu misericordia y compasión sanas las enfermedades de nuestras almas y nuestros cuerpos...”. El aceite santificado era utilizado ya desde tiempos del Antiguo Testamento, tanto para santificar el altar y los objetos de culto, y para alimentar las veladoras, como para transmitir ciertas bendiciones para la sanación de las personas. Además, el aceite santificado es el símbolo de la luz que sana (Éxodo 27, 20). Así, las invocaciones al Espíritu Santo, en la bendición del aceite, son repetidas durante todo el oficio de la Santa Unción.

El aceite remanente y la harina bendecida deben ser guardados con celo en un lugar limpio, y utilizados únicamente con propósitos piadosos. Así, el aceite puede utilizarse en nuestras lamparillas, tanto en casa como en la iglesia, en donde también puede ser usado para ungir a los fieles. De acuerdo a Simeón de Tesalónica, también los cuerpos de los difuntos pueden ser ungidos con el aceite guardado de la última Santa Unción que se les hizo cuando aún vivían. Realizando correctamente el Sacramento de la Santa Unción, le concedemos la importancia que en verdad tiene y obtenemos de él el provecho espiritual y físico que esperábamos: la sanación de nuestras enfermedades y el perdón de nuestros pecados.

(Traducido de: Preot Medic Cornel Jupâneanț, Taina Sfântului Maslu – o interpretare teologică și medicală, Editura Diecezană, Caransebeș, 2012, pp. 20-23)