Palabras de espiritualidad

Dibujos animados... ¡inocentes sólo en apariencia!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Las imágenes animadas, moviéndose tan rápidamente, aturden la mente del niño, alienándolo, robándole la tranquilidad y el deseo de aprender. La violencia en los dibujos animados puede materializarse fácilmente en la realidad. 

Los dibujos animados —aparentemente inocentes— tienen un carácter hipnótico, llegando a esclavizar el alma del niño. Crean la necesidad de tener la vista permanentemente fija en la pantalla del televisor. El niño que hoy se embelesa viendo dibujos animados, es el adolescente que mañana buscará ver películas de “acción”, de guerra, pornografía, de “terror”, etc. Está demostrado que entre el 5 y el 15 por ciento de la violencia real es provocada por los efectos, a corto plazo, de la violencia aprendida en la pequeña pantalla. A largo plazo, luego de unos 12 o 15 años —señalan los estudios— los actos de violencia comienzan a duplicarse, como consecuencia de la “maduración” de esa generación que ha estado en contacto con la violencia televisiva. Junto al erotismo, la violencia es uno de los temas más difundidos en los canales de TV de todo el mundo. Y aunque en los últimos cincuenta años este asunto haya generado interminables debates públicos, críticas y sanciones, las redes de televisión siguen transmitiendo cada vez más violencia, y los telespectadores del mundo entero, especialmente los adolescentes, buscan con más avidez tales emisiones.

Que la violencia en los medios es una de las más importantes causas de la violencia en el mundo real, es un hecho demostrado en más de mil estudios y artículos especializados. En tales investigaciones se señala que la violencia televisada tiene los efectos siguientes: favorece la agresividad y el comportamiento antisocial, estimula la insensibilidad para con las víctimas de la violencia e intensifica la percepción de que el telespectador vive en un mundo peligroso, inoculándole la idea de que es una víctima potencial.

(Traducido de: Virgiliu Gheorghe, Efectele televiziunii asupra minţii umane, Editura Evanghelismos, Bucureşti 2005, p. 310)