Palabras de espiritualidad

Dios transforma la muerte en un don para nosotros

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

«En medio de tu desgracia, Mi amor por ti no ha hecho sino multiplicarse. Por eso, a tu regreso y restauración, te daré mucho más de lo que te dí antes de que cayeras.»

«¡Me has ofendido! Me abandonsate. Has preferido obedecer al demonio. Le diste toda tu confianza. Si hasta ayer no conocías al maligno, hoy lo has hecho tu amigo y soberano. Siempre he respetado tu libertad, a pesar de que es a Mí a quien se la debes, pero tú se la otorgaste a tu enemigo más acérrimo. Te convertiste, sin darte cuenta, en colaborador suyo para la peor de tus desgracias. Y, ante todo, no has sabido entender que tu enemigo, el maligno, te ha utilizado, para que, por medio de tu propia persona, pueda introducir y enraizar el mal eterno en tu reino, el mismo lugar en donde Yo te puse, para que jamás puedas encontrar ya descanso.

Sí, pero ahora, a pesar del estado en que te encuentras, no te voy a castigar. Tú me abandonaste, pero Yo te voy a recompensar, no con lo mismo que tú me hiciste injustamente, ¡sino que te voy a llenar de mi amor abundante! Seguramente tendrás que partir de este mundo, en algún momento, precisamente para proteger tu Paraíso. Necesariamente tendrás que morir, aunque llores al pensar en ello. Pero todo esto es necesario, por tu propio bien. Se trata, además, de cosas meramente temporales. Temporal es también tu muerte. Temporal es también tu exilio del Paraíso. Confía en Mí. No pierdas la esperanza. Yo estaré siempre a tu lado, junto a ti. Y desde ya te anuncio que he de preparar tu glorioso regreso al sitio de antes de tu caída. Te lo prometo, y así lo verás. Porque, en medio de tu desgracia, Mi amor por ti no ha hecho sino multiplicarse. Por eso, a tu regreso y restauración, te daré mucho más de lo que te dí antes de que cayeras.» [1]

Las líneas anteriores pertenecen a San Gregorio el Teólogo. Para demostrar el inmenso amor de Dios por el hombre, el santo proclama estas palabras de Dios: «te daré una gloria aún mayor que la que tenías antes» [2]. Es decir, si en el Paraíso el hombre tuvo una gloria muy grande, después de su caída y desgracia, Dios le dará otra gloria, incomparablemente más grande que aquella del inicio.

Lo mismo nos revela el Santo Evangelista Juan, cuando dice: «Amados, ahora somos hijos de Dios... y aún no se nos ha mostrado lo que seremos» [3]. Así, tomando esto en cuenta y recibiendo la divina iluminación, San Gregorio concluye con emoción: «¡Yo creo que así es como Dios castiga!». ¡Así es como yo entiendo que Dios castiga, es decir, así es como nos enseña [4] el amor de Dios!

La muerte es, entonces, una desgracia para el hombre, ¡pero nuestro Buen Dios la ha transformado en un inefable don!!

(Traducido de: Nikos Nikolaidis, De ce moartea și starea dincolo de mormânt?, Editura Obștea creștin ortodoxă „Lydia”, Cipru, 2016)

[1] Patrística Griega 36, 324 et passim.

[2] Patrística Griega  36, 325.

[3] I Juan 3, 2.

[4] El término παιδεύω significa, en griego, tanto “castigar” como “enseñar”. El castigo es, entonces, como una lección que debemos aprender.