Palabras de espiritualidad

El alma necesita de la oración a la Madre del Señor

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Procede de esta forma y en poco tiempo verás cuánto amor recibirás por parte de nuestra dulce Madrecita. Pídele todo con simplicidad, para que tu alma se purifique. Y es que la sencillez es un enorme logro del alma.

La fuerza del alma entera está en la oración. Tal como el cuerpo se fortalece por medio de los alimentos y los distintos cuidados que le brindamos, así también el alma necesita, sobre todo, oración, lectura, palabras enaltecedoras y conocer ejemplos de vida espiritual, para que, poco a poco, pueda irse despertando. Porque si dejas que tu alma se duerma, vendrán a dominarla el olvido y la negligencia.

Si cuando encendemos un fuego necesitamos soplarlo para avivar la llama, también nuestra alma necesita de esa misma vivificación. Los ejemplos que recibe son como el aire que aparta la ceniza, que es la negligencia, y ese viento benefactor hace que se enciendan los carbones que producen calor. De esta forma se aleja la negligencia —fuente de todos los desvíos—, que le dice al hombre que todo está bien, cuando en verdad no lo está.

Así, mi pequeño hijo, ahora que aún tienes tiempo, llora, para luego poder llenarte de alegría. Constérnate, clama, abraza el ícono de la Santísima Madre del Señor, como si estuvieras abrazando a tu propia madre, y llámala así: “¡Madrecita mía, ayúdame, dame lo que sea útil para mi alma, porque tú lo sabes mejor que yo!”.

Háblale largamente y atraerás la Gracia consoladora hacia ti, cada vez que la invoques en tu oración. Así es como alcanzarás el amor.

Ella te dará también el don de la oración verdadera, además de encender en ti la llama del amor por Cristo, porque ella siempre intercede ante su Hijo, y todas sus peticiones son cumplidas. Ya que es Su Madre, ninguno de sus ruegos es ignorado. Entonces, todo lo que quieras pedirle, pídeselo como lo haría un niño pequeño con su mamá, prendido de su falda, apretándose contra su vientre, abrazándola, rociándola con sus lágrimas.

Procede de esta forma y en poco tiempo verás cuánto amor recibirás por parte de nuestra dulce Madrecita. Pídele todo con simplicidad, para que tu alma se purifique. Y es que la sencillez es un enorme logro del alma.

(Traducido de: Cuviosul Iosif Vatopedinul, Trăiri ale dumnezeiescului har, Editura Sf. Nectarie, p. 125-126)