Palabras de espiritualidad

El amor, siendo lo más sublime, exige el mayor de los esfuerzos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El amor a Dios y al prójimo está lleno de los sufrimientos más profundos, pero es acompañado del consuelo celestial (Mateo 10, 29-30).

Cualquier obra cristiana está atada, obligatoriamente, al esfuerzo: el amor, siendo lo más sublime, exige también el mayor de los esfuerzos. La vida del cristiano, en su naturaleza interior, consiste en seguir a Cristo: "¿Qué tienes tú? Sígueme" (Juan 21, 22). Cada cristiano, de cierta manera, repite el camino del Señor, pero no está en sus fuerzas tomar la cruz y avanzar hacia Getsemaní, y luego, al Gólgota: "...porque sin Mí nada pueden hacer" (Juan 15,5). Y al que se le da esta estremecedora bendición, conoce por anticipado su resurrección; a otros, la fe y la misericordia de Dios.

Esta es la voluntad de nuestro Padre celestial: que todos los que fueron hechos del polvo “carguen con su cruz”, para poder heredar la vida eterna, (Mateo 16, 24-25). Los que eluden tomar su cruz no podrán evitar la esclavitud de las iniquidades, “cosecharán corrupción y muerte” (Gálatas 6, 8; Romanos 8, 13). El amor a Dios y al prójimo está lleno de los sufrimientos más profundos, pero es acompañado del consuelo celestial (Mateo 10, 29-30); el alma ve frente a sí misma esa paz que el Señor le transmitió a los Apóstoles antes de Su Gólgota. Así, cuando el espíritu del hombre se introduce en la espera del amor luminoso de Dios, Padre nuestro, olvida todos los dolores y el alma, inexplicablemente, goza de una felicidad indescriptible (Juan 12, 50; 17,3). Lo mismo sucede con la mujer “después que ha nacido la criatura, se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo!" (Juan 16, 21). Así, con mayor razón se alegra el cristiano, cuando en su mente y en lo profundo de su consciencia se reconoce a sí mismo nacido en Dios para la eternidad.

(Traducido de: Fericitul Arhimandrit Sofronie, Despre rugăciune; Tipărit la Publistar, București, 2006, p. 19)