Palabras de espiritualidad

El ayuno y su práctica en el hogar cristiano

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Quienes no ayunan tan siquiera los miércoles y los viernes, son incapaces de senitr la presencia de Dios, de experimentar alegrías espirituales y de recibir Su auxilio.

Para vivir con normalidad, sin abusos, sin ignorar o vulnerar los derechos de los demás miembros de la sociedad, la humanidad ha contado, desde siempre, con determinadas normas morales y religiosas, diseñadas para mantener cierto orden, cierta disciplina. En el cristianismo, para disciplinar nuestra alma y nuestro cuerpo, tenemos la norma del ayuno físico y espiritual, herencia de los Santos Padres. Además de todos los días miércoles y viernes, hay cuatro períodos largos de ayuno cada año. En esos días no consumimos lácteos, carne ni huevos, practicando una forma de terapia física que implica, a su vez, una terapia espiritual: la abstención de todas las apetencias pecaminosoas que podrían provocarnos nuestros cinco sentidos.

El ayuno es también una oblación, un sacrificio que ofrecemos a Dios. Es decir, en el momento en que nos abstenemos, estamos haciendo un esfuerzo consciente por medio del cual le ofrecemos a Dios nuestro ser entero, nuestro cuerpo y alma.

Cuando no nos contenemos y no respetamos estas normas mínimas, caemos en un estado de animalidad irracional. Quienes no ayunan tan siquiera los miércoles y los viernes, son incapaces de senitr la presencia de Dios, de experimentar alegrías espirituales y de recibir Su auxilio. Él nos ayuda cuando clamamos pidiendo Su amparo, pero éste viene solamente si hacemos un pequeño esfuerzo, de acuerdo a nuestras humanas fuerzas.

El ayuno, en familia, lleva a las realizaciones más grandes: aleja las tentaciones, atrae el entendimiento y el amor entre los esposos, los libra de enemigos, ofrece sabiduría y luz a la mente de los que estudian, aleja todos los espíritus malignos que pudieran rondar el hogar, protege de enfermedades y vicios, purifica los pecados y conduce a la salvación. Ayunar cada miércoles y viernes es una norma mínima de cada hogar cristiano. Si no la respetamos, no podremos alcanzar los mayores dones espirituales y nuestra madurez como cristianos.

(Traducido de: Arhim. Ioachim Pârvulescu, Sfânta Taină a Spovedaniei pe înţelesul tuturor, Mănăstirea Lainici – Gorj, 1998, Editura Albedo, pp. 64-65)

 

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