Palabras de espiritualidad

El camino de la paciencia y sus frutos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Aquel que haya obtenido la paciencia, habrá alcanzado también la esperanza y se verá ataviado con todas las virtudes. Así, podrá decir: “En el Señor puse toda mi esperanza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor”.

Aquel que obtenga la paciencia podrá alcanzar también las demás virtudes. Con esto, será capaz de enfrentar serenamente las aflicciones y sabiamente los peligros; en las tribulaciones se gozará, estará siempre listo para obedecer, será capaz de amar plenamente, evitará murmurar, se humillará en las ofensas, se hará valiente en la paz, acudirá pronto cuando se le llame a cantar, estará siempre dispuesto a ayunar, trabajará con alegría, será un buen auxilio para quien lo necesite, hablará on mesura, se esforzará sin lamentarse, sus gestos se harán afables, será bueno al llamar a sus hermanos, velará con coraje, será hospitalario con los visitantes, reconocerá a los débiles, su mente se hará más ágil y en todo será más juicioso. Porque, como dije, aquel que haya obtenido la paciencia, habrá alcanzado también la esperanza y se verá ataviado con todas las virtudes. Así, podrá decir: “En el Señor puse toda mi esperanza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor” (Salmos 39, 1).

Luego, este es el camino que debemos seguir, el mismo que han seguido todos los que han amado a Dios. Es cierto que en este camino encontraremos muchas aflicciones, pero el descanso futuro será uno muy feliz. Y nos ayudarán a viajar en este camino: la contrición, las vigilias, la oración, la humilde sabiduría, la sencillez espiritual, el no cuidar exageradamente del cuerpo, el cuidado adecuado del alma, dormir en el suelo, saber callar, comer poco, soportar el hambre la sed y la desnudez, derramar lágrimas al orar, enfrentar las penas, trabajar con las manos, soportar cualquier sufrimiento u ofensa, soportar también el odio de los demás, devolver el mal con el bien, perdonar las faltas de los demás, ofrecer el alma por los amigos, pero, especialmente, dar hasta la sangre por el Señor.

(Traducido de: Proloagele, volumul I, Editura Bunavestire, pp. 513-514)