Palabras de espiritualidad

El camino (de sacrificio) del monje

    • Foto: Silviu Cluci

      Foto: Silviu Cluci

Si no tenemos un estado espiritual trabajado, nos llenamos de miedos, porque nos amamos a nosotros mismos.

Toda la vida del monje es sacrificio.

—Al monje le ayuda tener, durante toda su vida, un amor y un sacrificio esenciales. De hecho, el propósito del monje es morir por Cristo. Su camino es el del sacrificio. Ciertamente, no tiene más obligaciones que cultivar el espíritu de sacrificio.

Por su parte, el laico no ha iniciado ese camino de morir por Cristo. Pero sí que tiene obligaciones. Debe pensar en su familia, en sus hijos, y por eso es que tiene circunstancias atenuantes que le justifican. Por ejemplo, en caso de guerra, uno que tiene familia intentará salvar la vida a toda costa, para no dejar solos a sus retoños. No se pone a pensar que, evitando el peligro, otro morirá en su lugar, otro que talvez es padre también.

Finalmente, el hombre de familia tiene también al menos un interés por su propia familia, que le lleva a pensar: “¿Cómo? ¿Dejar solos a mis hijos?”. Puede que tampoco crea en la otra vida e intente salvar por lo menos esta.

Padre, ¿es necesario que el monje se sacrifique permanentemente?

—¿No es lo que acabo de de decir? Pero ¿qué es lo que ocurre realmente? Si el monje vacila en este aspecto, entonces no es un monje verdadero. Y si no lo es, ¿qué les podrá enseñar a los demás? Cuando no hay sacrificio, lo espiritual no tiene lugar.

Todo lo demás que haga el monje, si no se sacrifica a sí mismo, nada es (…)

Pienso, por ejemplo, en el corazón de la mujer. ¡Qué poder tiene cuando se purifica! ¡Y cuánto crece en la oración! Se vuelve como un radar [1]. Luego, quien no tenga grandeza de alma y sacrificio, tendrá o alegrías terrenales o tristezas terrenales. Pero no podrá sentir la alegría espiritual.

Por eso es que insisto: cultiven el sacrificio y la fraternidad. Que cada uno alcance ese estado espirital, para poder enfrentar cualquier situación difícil. Si no tenemos un estado espiritual trabajado, nos llenamos de miedos, porque nos amamos a nosotros mismos. Y uno que se ama a sí mismo podría hasta llegar a renunciar a Cristo, traicionarlo.

Entonces, hay que estar decididos, incluso, a morir. (…)

 

[1] San Paisos responde aquí a la interrogante que le plantea una monja.

 

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Trezire duhovnicească, Editura Schitul Lacu, p. 207-208)