Palabras de espiritualidad

El corazón como casa del alma

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Todo lo que envenena la vida y todo lo que la sana debe llegar al corazón y pasar por él. Allí en donde está el centro del sistema circulatorio del cuerpo humano, allí también está el centro del sistema circulatorio espiritual.

El granjero protege sus huertos de las aves, su árboles frutales de los gusanos y su ganado de las fieras; pero no hay nada que cuide con más esmero como su propia casa, con tal de librarla de los bandidos, del fuego, de las inundaciones, de los rayos y de toda miseria. Lo que es su casa para él, lo es el corazón para el hombre. Por esta razón fue que se dijo: “Lo primero que hay que cuidar es el corazón”. Del corazón brota la sangre, y en él también está el alma. Entonces, si el alma está en el corazón, este la lleva a todo el hombre. Si el agua del manantial es salada, salada será también la del río. Si el agua es dulce en el manantial, será dulce también en el río. Tal como sea el manantial, así también será el río. Si una serpiente te mordiera en el dedo, su veneno no tendría ningún efecto en ti... si la sangre no llegara al corazón. Cuando el médico te pone una inyección en la mano, dicho medicamento no te sería de ningún provecho, si la sangre no lo llevara al corazón. Al corazón llegan tanto el veneno como el remedio. Todo lo que envenena la vida y todo lo que la sana debe llegar al corazón y pasar por él. Allí en donde está el centro del sistema circulatorio del cuerpo humano, allí también está el centro del sistema circulatorio espiritual. El corazón del hombre es un órgano del corazón espiritual. Y aunque esta sea la realidad, esta realidad es también un gran misterio. Luego, ilumina tu corazón con la fe, fortalécelo con la esperanza, caliéntalo con el amor, inciénsalo con la oración, purifícalo con las lágrimas, aliméntalo con la Sangre del Señor y elévalo al cielo cual cirio encendido. Sólo así podrás esperar con paz el paso de este mundo terrenal al otro, que es celestial, sin el estremecimiento del pecador y sin remordimiento alguno.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Inima în marele Post, Editura Predania, p. 8)