Palabras de espiritualidad

El ícono de la Madre del Señor Paramythia (Consoladora)

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Este ícono de la Madre del Señor es un fresco del siglo XIV, que antiguamente se hallaba en el muro exterior de la iglesia principal del Monasterio Vatopedi. Luego del milagro ocurrido el 21 de enero de 1320, cuando salvó de la desgracia a la comunidad y al monasterio, el ícono fue trasladado a la izquierda del katholikón, siendo instalado en una capilla dedicada expresamente a la Santísima Madre de Dios.

En el Monasterio Vatopedi (en el Santo Monte Athos) hay una disposición muy antigua: las llaves de la puerta del monasterio se dejan ante el ícono de la Virgen, demostrando así el cuidado y gobierno de la Madre del Señor sobre los monasterios athonitas. La puerta del monasterio se abre al amanecer y se cierra con el ocaso, cuando el portero le da las llaves al stárets, quien las coloca ante el ícono de la Madre del Señor.

El 21 de enero de 1320, cuando uno de los stárets del Monasterio Vatopedi, según la tradición, el stárets Genadio, se acercó a tomar las llaves ante el ícono de la Virgen, esta le habló, diciéndole: “¡Hoy es mejor que no abran las puertas del monasterio, porque los piratas vendrán a atacarles!”. En ese momento, el Niño Jesús en el ícono extendió Su mano y la llevó a la boca de la Madre del Señor, para corregirla: “¡No, Madre Mía, no les anuncies nada a los monjes, porque es necesario que enfrenten esta tentación, ya que han caído en la dejadez!”. Pero, la Madre del Señor, haciendo uso de su prerrogativa ante su Hijo, no le hizo caso. Cogió suavemente la manita del Niño y la apartó de su boca, para después repetir hasta tres veces su advertencia al stárets.

Los monjes corrieron a los muros, comprobando que, efectivamente, los piratas habían rodeado el monasterio y esperaban a que se abrieran las puertas para invadirlo y saquearlo. Gracias a la maravillosa intervención de la Madre del Señor, el monasterio fue salvado del ataque de los bandidos. Desde entonces, en el ícono quedaron marcados los últimos movimientos del rostro del Divino Niño y Su Madre.

Después de esa prodigiosa intervención de la Virgen María, el ícono fue trasladado a la izquierda de la iglesia central, a una capillia dedicada a la Santísima Madre del Señor. El bello revestimiento de plata que hasta hoy luce el ícono fue confeccionado en el Monasterio Golia, de Iaşi (Rumanía), por encargo de unos nobles locales.

Desde que ocurrió aquel milagro, los monjes han mantenido siempre encendida una lamparilla ante el ícono de la Virgen. La Divina Liturgia es celebrada cada viernes en la capilla Paramythía, en donde la paráclesis a la Madre del Señor se canta todos los días.

En una de sus más recientes visitas a Rumanía, el padre Efrén, stárets del Monasterio Vatopedi, decía: “Han venido a visitarnos toda clase de hombres de ciencia, arqueólogos y especialistas en pintura bizantina, y todos han concluido que es imposible que este ícono haya sido pintado por mano humana, porque encierra una contradicción: un Cristo severo, por una parte, y la dulzura en la expresión de la Madre de Dios, por la otra. Como dicen muchos de los peregrinos que vienen al monasterio, “la divina dulzura del rostro de la Santísima Virgen irradia paz y consuelo para las alma de los hombres”.

En Rumanía hay una copia de tamaño natural del ícono de la Madre del Señor “Consoladora”, en el Monasterio Lupşa (en el distrito de Alba).

Un hecho menos conocido tuvo lugar en la primavera de 2013. Después de ganar la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres, el judoka griego Ilías Iliádis visitó el Monasterio Vatopedi, en donde se reunió con el stárets Efrén, donando al monasterio la presea ganada, misma que fue colocada junto a las demás alhajas dedicadas a la Madre del Señor Paramythía.