Palabras de espiritualidad

El inconmensurable valor de la “Oración de Jesús”

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Lo que a primera vista parece simple, puede llegar a ser sujeto de un estudio prolongado. Con mayor razón, el dulce Nombre de Jesús. Podrías meditar toda tu vida sobre él. La “Oración de Jesús” es la mayor ciencia y la más alta forma de alcanzar la verdadera Teología.

No luchamos por la apatía, que es un estado negativo, sino para obtener la Gracia de Dios. Si la pureza y la salvación se alcanzan por medio de la “Oración de Jesús”, ¿esto significa que las otras oraciones son inadecuadas o innecesarias? ¿Es que nos pueden ayudar en algo? Claro que sí. Cada oración tiene una fuerza muy poderosa. Cada oración es un clamor del alma. La Gracia de Dios viene a nosotros, de acuerdo a nuestra fe y constancia en pedirla. Hay muchas clases de oraciones: la oración litúrgica, la oración individual, las oraciones de agradecimiento, de alabanza, etc.

Sin embargo, la “Oración de Jesús” tiene un valor inconmensurable, porque, como dice San Isaac el Sirio, es la llave que nos ayuda a acceder a esos misterios que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegaron”. Es decir que la “Oración de Jesús” puede dominar la mente y hacerla orar sin cesar. Entonces la mente pierde todo color, toda forma, todo contorno y recibe, por un breve tiempo, don tras don. La “Oración de Jesús” ofrece mucha Gracia, mucha más que el salterio, porque está estrechamente vinculada a la humildad y a la conciencia de nuestro estado de pecadores.

San Gregorio el Sinaíta dice: “El salterio es para aquellos que luchan por purificar su corazón y para los principiantes, en tanto que la Oración de Jesús es para quienes han gustado ya de la Gracia Divina y los ascetas”.

Usualmente, al salmodiar aparece también el desorden, porque el egoísmo y el orgullo por la belleza de nuestra voz entran al corazón, pensando en los elogios que podríamos recibir de los demás. Pero, al contrario, no hay nada que pueda encender el orgullo de aquel que pronuncia, en silencio, “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”, en la soledad de su celda. Por esta razón, los ascetas practican principalmente la “Oración de Jesús” y participan de los maitines y hacen sus postraciones pronunciándola.

La “Oración de Jesús” es muy corta. Pero es que la mente se puede concentrar más fácilmente en las oraciones breves. La “Oración de Jesús” tiene una profundidad inmensa, que no puede ser observada desde afuera. Nuestra mente tiene la característica de impulsar el amor y anhelarlo, lo que la lleva a concentrarse en él. San Máximo el Confesor dice: “La mente persevera en aquello que le estimula; por esta razón, dirige también su anhelo y amor hacia aquellos que la incentivan, sea que se trate de lo divino, o de lo mortal y pecador”. Lo mismo ocurre con el conocimiento. Lo que a primera vista parece simple, puede llegar a ser sujeto de un estudio prolongado. Con mayor razón, el dulce Nombre de Jesús. Podrías meditar toda tu vida sobre él. La “Oración de Jesús” es la mayor ciencia y la más alta forma de alcanzar la verdadera Teología o Visión de Dios, fuente y final de la oración pura, fruto suyo y bendito.

(Traducido de: Cleopa Paraschiv, Arhim. Mina Dobzeu, Rugăciunea lui Iisus, Editura Agaton, Colectia „Rugul aprins”, Făgăraș, 2002)