Palabras de espiritualidad

El juicio del hombre

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

No hay nada que le provoque tanta repulsión a Dios, como el hecho de que juzguemos a nuestro hermano, porque Él es justo y lo que hacemos nosotros es completamente injusto.

Sólo Dios juzga correctamente, porque sólo Él conoce los corazones de los hombres. Nosotros, debido a que desconocemos el recto juicio de Dios, juzgamos “según las apariencias”, exteriormente, razón por la cual erramos y somos injustos con quienes nos rodean. El juicio humano es una gran injusticia. ¿Quién recuerda lo que dijo Cristo? “No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo”.

Hay que estar muy atentos, porque no sabemos con exactitud la realidad de las cosas. Hace muchos años, en un monasterio del Santo Monte Athos vivía un diácono que era muy devoto. Un día, inesperadamente, se vistió como laico y regresó a su lugar natal. Entonces, varios monjes empezaron a murmurar en contra suya. Pero, ¿cuáles fueron los motivos del diácono para hacer lo que hizo? Alguien le escribió una carta, advirtiéndole que sus hermanas no tenían cómo asegurarse el sustento diario; entonces, temiendo que las chicas tomaran un mal camino, el diácono decidió ir a ayudarlas. Así, consiguió que lo contrataran en una fábrica, para hacerse de un sueldo, en tanto que seguía llevando una forma de vida tan austera y ascética como antes. Pero, una vez sus hermanas se casaron, el monje renunció a su empleo y volvió a incorporarse a un monasterio. El hegúmeno, viendo que el recién llegado conocía todas las disposiciones monacales, le preguntó en dónde las había aprendido. Entonces, el diácono le abrió su corazón y le relató lo sucedido. Admirado, el hegúmeno le escribió al obispo, contándole la historia del diácono, quien al poco tiempo fue ordenado sacerdote. Posteriormente, fue enviado a otro monasterio, en donde vivió con gran devoción y virtud. Pronto alcanzó la medida de la santidad y ayudó espiritualmente a muchísimas personas. Con todo, es posible que aún haya algunos que le juzguen, ignorando la historia de su vida..

¡Qué atentos debemos estar a no juzgar! ¡Qué injustos somos con los demás cuando los juzgamos! De hecho, condenando a los demás nos dañamos a nosotros mismos y no a ellos, porque Dios vuelve Su rostro de nosotros. No hay nada que le provoque tanta repulsión a Dios, como el hecho de que juzguemos a nuestro hermano, porque Él es justo y lo que hacemos nosotros es completamente injusto.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi și virtuți, Ed. Evanghelismos, București, 2007, p. 96)