El amor nos hace dóciles, porque impide que la codicia, el desenfreno, la envidia y otras pasiones dominen nuestra alma. En general, no hay pasión ni pecado que no sean destruidos por el amor. Es más fácil que una rama seca permanezca indemne entre las llamas de una hoguera, que el pecado resista al fuego del amor. Así pues, si sembramos el amor en nuestros corazones, nos haremos santos. Sí, porque fue justamente por su amor que todos los santos se hicieron agradables a Dios. ¿Por qué Abel prefirió ser víctima y no criminal? Porque amaba a su hermano. Esto explica por qué fue incapaz de oponer resistencia cuando este vino a matarle. ¿Por qué Caín sentía envidia de su hermano? ¿Por qué lo mató? Porque no había amor en su corazón.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, Editura Egumenița, Galați, p. 140)