Palabras de espiritualidad

El orden práctico de los mandamientos

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

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Translation and adaptation:

No debemos pensar que el Señor enumeró los mandamientos de forma desordenada o precipitada. ¡Si Dios mismo fue quien los dictó, cómo se le iban olvidar a Cristo-Dios!

«Conoces los diez mandamientos de Dios. Sabes su orden también, la forma en que están organizados. Dices que te gusta mucho la forma en que están dispuestos los mandamientos. Las tablas de Moisés contenían los diez mandamientos, así: cuatro en una y seis en la otra. Los primeros cuatro se refieren a la relación del hombre con Dios, y los otros seis a la relación del hombre con sus semejantes. Esto lo encontrarás bellamente pintado en los iconostasios más antiguos: cuatro mandamientos en una tabla y seis en la otra.

¡Pero hubo algo que te confundió! Leyendo el Evangelio, descubriste que nuestro Señor Jesucristo presentó estos mandamientos en un orden distinto al que aprendiste en la escuela. Cuando un joven rico se le acercó y le preguntó qué debía hacer para alcanzar la vida eterna, el Señor le respondió: “Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre” (Lucas 18, 20). Y eso te lleva a preguntarme: “¿Por qué nuestro Señor puso los mandamientos en un orden distinto?”.

¡Oh, querido hermano, la sabiduría de Dios es inefable! Con Su sabiduría celestial, Cristo siempre supo ser completamente práctico entre los hombres. Sabía cómo adaptar esa sabiduría a las circunstancias, como emplastos sobre una herida. No lo olvides: Él le está hablando a un hombre joven y, además, acaudalado.

¿Y qué pecado tienta más a la juventud, sobre todo a los más pudientes, sino el desenfreno? ¡Como pólipo que se adhiere a un tronco! Examinando profundamente y con toda certeza el pasado del joven, el Señor quiso recordarle no solamente los mandamientos de Dios, sino también su propio pecado como joven y rico.

Si ante Cristo hubiera estado un asesino preguntándole sobre los mandamientos de Dios, seguramente Él le habría respondido, en primer lugar: “¡No matarás!”

Si ante el Señor hubiera estado un ladrón, creo que Él le habría dicho primero: “¡No robarás!”.

Si ante el Señor hubiera estado un testigo falso, creo que Él le habría dicho primero: “¡No levantarás falso testimonios!”,

Si ante el Señor hubiera venido uno que despreciaba a sus padres, creo que Él le habría dicho: “¡Honrarás a tu padre y a tu madre!”.

Entonces, no debemos pensar que el Señor enumeró los mandamientos de forma desordenada o precipitada. ¡Si Dios mismo fue quien los dictó, cómo se le iban olvidar a Cristo-Dios! Él fue quien los escribió con Su dedo en las tablas de piedra, en la oscuridad del Sinaí, entre el ruido ensordecedor de los truenos y el fulgor de los rayos, para dárselos a Su siervo Moisés. Pero cuando tuvo que descender entre los hombres como un Médico, adaptó el remedio a la enfermedad.

¡La paz y la bendición de Cristo sean contigo!».

(Traducido de: Episcopul Nicolae VelimiroviciRăspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, volumul 1, Editura Sophia, București, 2002, pp. 249-251)