Palabras de espiritualidad

El orgullo nos vuelve ciegos ante nuestras faltas y nuestros defectos

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

Lo que le interesa al maligno es cazarnos, para sembrar en nosotros los pensamientos de la vanidad. Pero, para arrancar esas semillas, nuestro Señor pronunció estas palabras divinas: “Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer”.

El hombre que se envanece por algo, se convierte en adversario de Dios, porque el Señor nos dio el ejemplo de la humildad más profunda, cuando, tomando una toalla, se puso a lavarles los pies a Sus discípulos.

El orgullo oscurece la razón y arroja al hombre al abismo del mal. De todas las pasiones, el orgullo es la más terrible, abarcando a todas las demás. Con todo, muchas veces podemos ver a quienes viven sometidos por esta pasíon, llevar una vida de austeridad y sacrificio, porque, el demonio, cazando al hombre con esta pasión, no considera necesario impedirle que practique los sacrificios de antes. Con esto hace que el hombre se ensoberbezca, para arrojarlo después a un sitio más profundo en el abismo de la perdición.

El orgullo le impide al hombre ver sus defectos y sus límites. No hay una pasión que satisfaga tanto al demonio como el orgullo. De hecho, el orgulloso lleva en su frente la marca del maligno. El demonio hace todo lo posible por sembrar la semilla del orgullo incluso en nuestras virtudes. A quienes oran, los caza en su oración, insuflándoles una elevada idea de sí mismos; al que se esfuerza en el trabajo espiritual lo tienta con ese esfuerzo; al devoto lo tienta en su devoción; al que ayuna, con la templanza; al piadoso, con sus buenas obras; al que vive en paz, con ese sosiego; al austero, con su templanza, etc. Lo que le interesa al maligno es cazarnos, para sembrar en nosotros los pensamientos de la vanidad. Pero, para arrancar esas semillas, nuestro Señor pronunció estas palabras divinas: Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lucas 17, 10).

(Traducido de: Cum să biruim mândria. Lecții de vindecare a mândriei din sfaturile Sfinților Părinți, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 115-116)