Palabras de espiritualidad

El pecado de acción

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

En el octavo nivel del pecado, el hombre cede y empieza a pecar con su propio cuerpo.

El octavo peldaño del pecado es el pecado de acción. Es, en verdad, el más complicado de todos. Es desde este punto que el hombre empieza a pecar con sus actos. Quien haya luchado contra el espíritu del desenfreno, o el de la venganza, o el de la avaricia, o el de la vanagloria, o el del orgullo —que todos los sufrimos a cada instante—, hasta este punto lo habrá hecho con su mente. ¿Por qué nos hablan los Santos Padres de saber cuidar la mente? ¿Por qué insisten tanto en la lucidez, en proteger la mente del pecado? Porque es lo mismo. Podemos utilizar expresiones como “vigilar la mente”, “resguardar los pensamientos” o “tener lucidez en la atención”, que nos estaremos refiriendo a lo mismo. Es como si dijéramos: “pan”, “trozo de pan”, “mendrugo de pan” o “rebanada de pan”, que estamos hablando de lo mismo.

Este trabajo de cuidar la mente es algo muy importante para los monjes. Por eso es que dice San Hesiquio de Sinaí: “Quien no sepa cuidar su mente, no podrá librarse de las huestes del enemigo al morir y cuando deba atravesar los peajes del espíritu”. ¿Por qué? Porque, no sabiendo cuidar la mente, habrá caído en el desenfreno —de manera invisible— durante toda su vida; y se habrá hecho también un asesino, un avaricioso, un soberbio y un orgulloso, sin siquiera saberlo. Habrá vivido en el abismo de los pecados, pero sin darse cuenta, debido a su insensatez.

Luego, en el octavo escalón, el hombre que ha luchado hasta este punto con los señuelos de su mente, con el consentimiento, con la elección de seguir adelante para luchar, con la misma lucha, con la duda, con el pecado mental, cede al pecado de acción.

Hasta este punto, ha luchado contra las figuraciones y contra las imágenes del pecado; a partir de este punto, o peca con la mujer, o cae en el onanismo, o empieza a acumular dinero, o se llena de odio hacia su hermano y llega a golpearle, o se envanece, o siente envidia, o se venga de alguien, o lleva al juzgado a su semejante, o le da por robar o fumar. Todos los pecados pasan por los mismos pedaños, y todo lo malo que hay en el hombre pasa al pecado con la acción, que es el octavo peldaño. Luego, hasta llegar al séptimo peldaño del pecado, el hombre ha luchado de una forma que no se ve, pero ahora pasa al pecado visible con la acción. En el octavo nivel del pecado, el hombre cede y empieza a pecar con su propio cuerpo.

(Traducido de: Arhimandrit Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, volumul VI, ediția a II-a, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 42-43)