Palabras de espiritualidad

El problema de un monje desobediente

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Este monje, por su incapacidad de obedecer a nadie, perdió la bendición de su stárets, misma que habría podido recibir si tan sólo hubiera esperado un poco más.

Recordamos ahora la historia de un joven monje que partió de su monasterio de obediencia. Al poco tiempo de llegar a un nuevo monasterio, fue a buscar al stárets para confesarse. En ese entonces, el padre espiritual de aquel lugar era el stárets Caralampio. Este, al escuchar la petición del recién llegado, respondió:

Si vuelves a tu monasterio original, te confesaré.

No, padre, eso no es posible...

El stárets insistió e insistió. Pero el joven hermano no quiso ceder. Viendo su testarudez, el padre dijo:

Si no quieres volver a tu verdadero stárets para obedecerle, vete a otro monasterio y obedécele al stárets del lugar hasta que muera. Sólo así aceptaré confesarte.

Viendo que no tenía escapatoria, ¿qué fue lo que hizo el monje? Se fue por unos días, hasta que halló en una ermita a un padre muy anciano, de casi cien años de edad. Un anciano así no necesitaba nada más que algunos cuidados. El monje, erradamente, pensó: “El padre vivirá uno, dos años a lo sumo. Cuando muera, heredaré su bendición y también su celda”. Así, regresó ufano a buscar al padre Caralampio, para anunciarle que ahora obedecía a un anciano monje. Con esto, el padre tendría que confesarle. Y así lo hizo el stárets, aunque no muy convencido. Después, el joven volvió a la celda del anciano monje de la ermita, a esperar a que pasara el tiempo y este muriera. ¿Pero qué fue lo que Dios permitió que ocurriera, para probar al monje?

En aquella ermita surgió un problema muy serio. Nuestro monje, sumado a otros dos o tres, empezaron a buscar la forma de introducir algunos cambios en las disposiciones del monasterio. El problema es que los demás monjes consideraban que esto era vulnerar la tradición. Así, se reunió el consejo de ancianos y llamaron a aquellos monjes para recomendarles que renunciaran a sus intenciones de innovación; de lo contrario, lo mejor era que abandonaran la ermita. Los monjes en cuestión rechazaron la propuesta, decididos a marcharse antes que ceder. Entonces, el monje protagonista de nuestro relato fue a buscar al padre Caralampio, para contarle todo lo que ocurría.

Me parece que ustedes tienen la razón en dicho problema, pero debes saber que el monje no debe buscar jamás que se le haga justicia. Porque la justicia del monje es la obediencia y la paciencia ante las injusticias y las tentaciones. Hijo mío, si quieres irte de la ermita, eres libre de hacerlo, pero ahora tienes un stárets, y sabes que no vivirá mucho. Así pues, quédate con él hasta que parta de este mundo. Y, cuando muera y recibas su bendición, podrás irte a donde quieras.

Pero esas palabras no convencieron al hermano, quien partió muy confundido. La única solución que encontró fue proponerle a su anciano mentor que partieran juntos. Sin embargo, este le respondió indignado:

He vivido una vida entera en esta pequeña casa... ¿cómo morir en otro sitio?

Entonces el monje partió, cayendo nuevamente en desobediencia. No pasaron ni dos meses, cuando el anciano murió. Así, este monje, por su incapacidad de obedecer a nadie, perdió la bendición de su stárets, misma que habría podido recibir si tan sólo hubiera esperado un poco más.

(Traducido de: Monahul Iosif Dionisiatul, Starețul Haralambie - Dascălul rugăciunii minții, Editura Evanghelismos, București, 2005, p. 135)