Palabras de espiritualidad

Entender lo que pasa con nuestra mente y nuestro corazón

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

El Espíritu Santo nos enseña a descender la mente al corazón. Para esto se necesita de un arte completamente aparte, de una ciencia que únicamente podemos aprender en el Espíritu Santo.

La verdadera guerra tiene lugar en nosotros, entre los apetitos de la mente y los del corazón, por ejemplo. En primer lugar, tenemos que recordar que nuestra mente es mucho más profunda que un simple torbellino de sinapsis encendidas. Nuestros pensamientos son solamente una de las actividades de nuestra mente. Y ni siquiera todas le pertenecen a ella. ¡Algunas provienen de otras partes!

También tenemos que entender que nuestro corazón es mucho más profundo que esos vehementes deseos y esos sentimientos desgarradores que vivimos a veces, bajo la presión de las emociones exteriores.

Además, estas dos dimensiones de nuestro ser no están completas sino cuando se unen. Esa unión debe obedecer a un orden divino y no al simple azar, ni a como “nos apetezca”. ¡A nosotros “nos apetece”, por ejemplo, enaltecernos una y otra vez, tanto con la mente como con el corazón! ¡Pensemos elevadamente, sintamos cosas excelsas, alcémonos! Pero Dios nos da otra orden. Él desciende a nosotros y nos enseña a ser “humildes de corazón”. El Espíritu Santo nos enseña a descender la mente al corazón. Para esto se necesita de un arte completamente aparte, de una ciencia que únicamente podemos aprender en el Espíritu Santo.

El Señor ya no está físicamente entre nosotros, ¡pero sí que está físicamente en nosotros! La Gracia no viene de afuera, sino desde adentro, y es llevada ahí, a nuestro interior, por la Santa Iglesia, por medio de sus sacramentos. Nuestra oración no es nada más que una conexión permanente con ese poder que hay adentro de nosotros, al cual, muchas veces, somos ajenos.

¡Sí, ese poder está en nosotros y es el Reino del Señor, Quien nos dio el Espíritu Santo para que nos purifique de toda mancha y nos enseñe todo!

(Traducido de: Monahia Siluana VladUimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, 2012, pp. 15-16)