Palabras de espiritualidad

¿Es posible orar sin cesar con nuestra mente?

    • Foto: Oana Nechifor

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Cuando los Santos Padres dicen que tenemos que renunciar a todos nuestros pensamientos, entienden, ante todo, que debemos echarlos fuera de nuestra mente, lo cual, en otras palabras, no es otra cosa que purificar nuestra mente.

El Santo Apóstol Pablo ordena a los cristianos que oren sin cesar. ¿Estamos hablando de la oración con la mente o de la oración del corazón?

—Ciertamente, se trata de la oración con la mente. Es una exhortación a los cristianos de Tesalónica: “¡Estad siempre alegres! ¡Orad sin cesar!” (I Tesalonicenses 16, 17). Es muy importante enfatizar que la oración con la mente es también un deber de los laicos, de los cristianos que viven en el mundo. En ese entonces (cuando el Apóstol Pablo escribió sus epístolas), como bien sabemos, no existía el monaquismo, de manera que todos los cristianos, en general, llevaban una forma de vida auténticamente monacal. Todos aquellos que habían sido bautizados con agua y después con el Espíritu, eran templos del mismo Espíritu Santo y con toda seguridad practicaban la oración mental interior.

Con todo, padre, ¿cómo podemos dirigirnos a Dios sin cesar? ¿Cómo podemos orar incesantemente en nuestro corazón, si tenemos que hacer frente a todos los menesteres de nuestra vida diaria de laicos?

—Primero tenemos que distinguir la mente de la razón y, por supuesto, la oración con la mente de la oración racional. Luego, es posible afirmar que ambas acciones se pueden realizar simultáneamente. La razón se ocupa de las cosas terrenales o de la función pensante; al mismo tiempo, la mente puede tener un insistente recuerdo de Dios, orando sin detenerse. Cuando los Santos Padres dicen que tenemos que renunciar a todos nuestros pensamientos, entienden, ante todo, que debemos echarlos fuera de nuestra mente, lo cual, en otras palabras, no es otra cosa que purificar nuestra mente. Todos los pensamientos abandonan nuestra mente, permaneciendo ahí solamente el recuerdo de Dios, el nombre de Cristo y la oración que se llama “de un solo pensamiento”; con todo, la razón puede tener pensamientos.

(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Boala şi tămăduirea sufletului în Tradiţia Ortodoxă, Editura Sophia, Bucureşti, 2007, pp. 154-155)