Palabras de espiritualidad

“¡He errado, Señor, apiádate de mí! ¡Sáname, Señor, porque te he fallado!”

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Póstrate de rodillas ante Él y, con el corazón compungido, confiésale tu dolor. ¡No te avergüences ni temas al estar frente a Él! El Señor conoce tu dolor desde antes de que vengas a confesárselo.

Si, por imprudencia, el hombre ingiere veneno o cualquier otra sustancia dañina, y siente un fuerte dolor en su estómago, no pierde el tiempo, sino que inmediatamente busca un médico y el remedio que le ayude a sanar. Hermano cristiano, ¡tampoco tú pierdas el tiempo, si, por imprudencia o inducido por el demonio, has gustado el veneno del pecado! ¡No dudes, y corre inmediatamente a buscar eso que puede darte la sanación! Acude a Cristo, con toda tu fe, porque Él es el médico del cuerpo y del alma. Pídele que te ayude a sanar. Muéstrale las heridas espirituales que te ha causado el maligno. Muéstraselas, aunque Él ya las conozca. Póstrate de rodillas ante Él y, con el corazón compungido, confiésale tu dolor. ¡No te avergüences ni temas al estar frente a Él! El Señor conoce tu dolor desde antes de que vengas a confesárselo. Pero es necesario que se lo confieses, con todo el corazón y voluntariamente, para reconocer tu culpabilidad y demostrarle que no quieres ocultar tu pecado. Háblale y confiésale tu falta: “¡He errado, Señor, apiádate de mí! ¡Sáname, Señor, porque te he fallado!”.

(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, pp. 105-106)