Cuando nuestra oración es humilde, cuando la acompañamos con actos de amor y de caridad, Dios nos responde de forma correspondiente.

Invoca en todo lugar el Nombre de Jesús, para que puedas encontrar el medicamento adecuado para todas tus debilidades. ¿Sufres? Invocando el Nombre de Jesús, encontrarás luz y consuelo. ¿Estás triste? ¡Llama a Cristo, y Su consuelo se manifestará dentro de tu corazón! ¿Sientes que la desesperanza te sofoca? ¡No lo pienses más, pon toda tu esperanza en Jesús y tu alma se llenará de valor! ¿Te atormentan los pensamientos carnales y te atraen los placeres de los sentidos? ¡Recibe el fuego calcinante del Nombre de Jesús y arroja toda esa cizaña al horno! ¿Te aturden las preocupaciones de este mundo? ¡Exclama: “¡Ilumíname, Jesús, para poder resolver este problema y haz que pueda comportarme según Tu voluntad!”. E inmediatamente te tranquiilizarás y volverás a caminar con esperanza.

¡En todo y para todo, pon el Nombre de Jesús como cimiento, techo y soporte, y no les temas a los enemigos! ¡Que nada te atormente! Solamente preocúpate cuando logres hacer algo sin la participación de Jesús. ¡Sin medicamento, no esperes sanar ni cauterizar tus heridas!

(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovnicești, traducere Părintele Victor Manolache, Editura Egumenița, Alexandria, 2012, p. 39)