Palabras de espiritualidad

La certeza de la vida eterna

    • Foto: Andrei Agache

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Translation and adaptation:

Cierto día, el enemigo del bien, el demonio, empezó a inducirle la siguiente duda: “¿Es que realmente existe la vida después de la muerte?”.

«Mi hermano Genadio, el encomiado doctor, desde joven fue muy compasivo y piadoso con todo el mundo, especialmente con los pobres. Pero, según él mismo me contó, cierto día, el enemigo del bien, el demonio, empezó a inducirle la siguiente duda: “¿Es que realmente existe la vida después de la muerte?”. Y empezó a llenarse de un profundo pesar. Sin embargo, nuestro misericordioso Dios, oponiéndose a perder un hombre tan justo, dispuso que algo ocurriera con Genadio. Una noche, mientras dormía, vio cómo aparecía un resplandeciente muchacho, quien le dijo: “¡Sígueme!”. Así lo hizo. Al poco tiempo llegaron a una ciudad, de donde provenían unos cánticos sublimes. Entonces, Genadio le preguntó al muchacho: “¿Qué es eso?”. Este le respondió: “Son los cánticos y el regocijo de los santos del Señor”. Inmediatamente después, Genadio se despertó. Sin embargo, el maligno comenzó a susurrarle nuevamente que todo eso eran simples figuraciones. Así, al día siguiente se fue a dormir otra vez lleno de dudas. Cuando recién empezaba a soñar, se le apareció el mismo joven, quien le preguntó: “¿Me reconoces?”. “Claro que te conozco”. “¿En dónde me conociste”. Y Genadio le respondió: “No hace mucho te ví por primera vez, cuando me llevaste a una ciudad en la que se oían unos cánticos dulces y felices”. Y el joven insistió: “¿Cómo fue que me viste? ¿En sueños o en realidad”. “En sueños”. “Dices bien, porque también ahora me estás viendo en sueños”. Y respondió Genadio. “Sí, sé que te estoy viendo en sueños”. Entonces, el joven, que era un ángel, le preguntó: “¿En dónde está tu cuerpo en este momento”. Dijo Genadio: “En mi habitación”. El ángel siguió: “¿Sabías que en este momento tus ojos están cerrados, porque tu cuerpo descansa, y no puedes ver nada?”. “Claro que lo sé”. “Luego, ¿con qué ojos me estás viendo?”. Genadio no supo qué responder. El ángel le dijo: “Tus ojos físicos no pueden percibir nada en este momento: son incapaces de ver. Sin embargo, los ojos con los que me ves en este momento, son otros. Y, cuando mueras, verás con estos ojos, que no son los de tu cuerpo, y vivirás y conocerás de este modo. Por todo esto, a partir de hoy empezarás de nuevo, sin dudar más de la vida eterna”. Diciendo esto, el ángel desapareció y Genadio se despertó. Desde entonces y hasta su muerte, nunca más tuvo dudas en su corazón».

(Traducido de: Fericitul Augustin, Din cuvintele duhovniceşti ale Sfinţilor Părinţi, Ed. Arhiepiscopiei Sucevei şi Rădăuţilor, Suceava, 2003, p. 21)