Palabras de espiritualidad

La conciencia es el ángel de Dios, cuidándonos y guiándonos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando ésta te reprende, es que Dios te está llamando la atención y debes alegrarte porque se acuerda de ti.

Alguien le preguntó al padre Paisos Olaru qué es la conciencia.

La conciencia es el ángel de Dios que cuida al hombre. Cuando ésta te reprende, es que Dios te está llamando la atención y debes alegrarte porque se acuerda de ti. Debemos tener nuestros propios pecados siempre frente a nosotros, para que la conciencia nos amoneste, para poder alcanzar el llanto al orar y, así, dejar de errar. También a Pablo le fue enviado un ángel malo, para ser abofeteado por éste y, así, evitar caer en la vanagloria. Nuestra conciencia nos recuerda nuestros pecados y, al mencionarlos, nos hace humildes. Cristo vino para la salvación de los pecadores. Luego, tengamos esperanza y valor, dejando de pecar, ayudando a los demás, orando de acuerdo a nuestras capacidades, porque sólo así podremos salvarnos, con la gracia de Dios.

Una mujer que no quería tener hijos le pidió consejo al anciano. Este respondió:

– Si rehúyes tener hijos, es que rehúyes también de tu propia salvación. Y no te quedes sólo con uno, no sea que lo pierdas. Es mejor tener muchos hijos corriendo por toda la casa. Porque en donde hay sólo uno o dos, usualmente se trata de niños inquietos o enfermizos. Con esto se cumplen las palabras de San Pablo, quien dice: “el que siembra con mezquindad, con mezquindad cosechará, y el que siembra sin calcular, cosechará también fuera de todo cálculo” (II Corintios 9, 6).

Agregó después el anciano:

Una vez vino una anciana a confesarse y le pregunté: “¿Cuántos hijos tienes, hermana?”. Y me respondió: “Padre, fueron dieciocho los hijos que parí. A ocho se los llevó el Señor de muy pequeños, mas los otros diez aún viven, siendo los más trabajadores de la aldea”.

Nuevamente dijo el padre Paisos:

Vino otra mujer, de muy lejos, y le pregunté: “¿Cuántos hijos tienes?”. “Ninguno, padre”. “¿Y cuántos abortos te has hecho hasta ahora?”. “Cuarenta abortos, padre”. “¡Vete, mujer, a buscar al obispo y confiésate con él, arrepintiéndote mientras aún te quede tiempo, porque terrible es el juicio de Dios!”.

El segundo pecado más grande —después de la renuncia a la fe—, de entre todos los que se cometen en el mundo actual, es el asesinato de nuestros propios hijos. Estos dos pecados atraen la ira y el castigo de Dios.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 706-707)