Palabras de espiritualidad

La disciplina de los deportes y la forma de vida cristiana

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

No debe sorprendernos que muchas de las dinámicas de la vida cristiana también estén presentes en otras actividades naturales del ser humano.

El cristianismo ortodoxo nos habla sin cortapisas de la necesidad de esforzarnos en ser parte de la naturaleza divina. Amar y perdonar a nuestros enemigos, orar sin cesar, luchar contra nuestros vicios egocéntricos, por ejemplo, son duros retos. Es casi irresistible hacer cualquier otra cosa antes que orar, y buscar una forma de sobrepasar los límites, respetando la letra de la ley, pero no su espíritu, el de las reglas del ayuno en la Iglesia. Y es aquí en donde debemos recordar qué significa theosis: unirse a la Santísima Trinidad y resplandecer con la gloria divina, cual un hierro ardiendo entre brasas.

El béisbol es más que un niño pequeño que lanza una pelota a su padre. Lo mismo sucede cada vez que repetimos el Padre Nuestro, la “Oración de Jesús”, algún salmo o cuando cantamos en la Divina Liturgia. Indistintamente de si nos hallamos o no en la iglesia, oramos como miembros del Cuerpo de Cristo, en comunión con los demás cristianos ortodoxos que hay alrededor del mundo y junto a esos que han partido ya a la presencia del Señor. La participación en este “equipo” es una acción más profunda que ser parte de cualquier organización deportiva. Aunque pueda decirse que hay muchas semejanzas entre el cristianismo ortodoxo y el deporte, no hay ninguna comparación entre participar de la vida eterna de la Santísima Trinidad, y ganar el campeonato mundial en alguna especialidad. Al final del día, el deporte no busca sino la gloria de la realización humana y, evidentemente, no puede vencer a la muerte o hacernos santos. Sin embargo, es bueno conservar esta comparación en nuestras mentes, porque la salvación de Dios es también una realización de nuestra humanidad.

No debe sorprendernos que muchas de las dinámicas de la vida cristiana también estén presentes en otras actividades naturales del ser humano. El Señor no nos pide que abandonemos nuestra humanidad, sino que nos volvamos plenamente humanos, a imagen y semejanza Suya. Él solo nos pide renunciar a eso que nos hace menos humanos, y no más de lo que deberíamos ser. La dimensión de los deportes, tan apreciados por todo el mundo, nos pueden ayudar a alcanzar la disciplina, la comunión y el servicio a un Reino que no es de este mundo. Si jugadores y aficionados aceptan semejantes privaciones en pos de la gloria pasajera del deporte, ¿acaso no deberíamos nosotros sacrificarnos aún más, para hacernos partícipes de la naturaleza divina? El cristianismo ortodoxo tiene esa certeza. 

(Traducido de: Pr. Prof. Philip LeMasters, Credinţa uitată. Vechi adevăruri din Răsăritul creştin pentru creştinii contemporani, Traducere din engleză MĂDĂLIN ENCIU, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 169, 178)

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