Palabras de espiritualidad

La dulzura y el veneno de la palabra

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Señor, haz que no vacilemos en pronunciarnos en defensa de la verdad, o para consolar y animar al que sufre, a quien una sola palabra podría ofrecerle calor y fuerza en un momento de amargura”.

¡En verdad, cuánto bien puede hacer una sola palabra, dicha a tiempo, con tacto, desde el corazón, fruto de un sentimiento positivo, o de una idea superior! Por otra parte, ¡cuánto mal puede causar una palabra pronunciada con maldad e irritante, un verdadero veneno vertido sobre nuestro semejante! ¡Cuánta atención debemos otorgarle a esa “pequeña parte” de nuestro ser (la lengua), cuyo propósito es bendecir, propagar el bien y oponerse al mal, en donde y cuando se pueda. La mayoría de personas sueltan con demasiada facilidad las palabras que dicen. Muchas veces, debido al deseo de impresionar a los demás, están listas para desnaturalizar la palabra y decir cosas que podrían causar un enorme perjuicio. Y, debido a que el efecto de semejantes palabras no puede ser ya detenido, demostrando, la mayoría de las veces, ser aún peor de lo que se podría haber pensado... Las palabras se irradian con rapidez, lo que se dijo termina exagerándose en el camino y, antes de que nos demos cuenta, llegan a aplicar etiquetas a distintas personas, que usualmente no corresponden con la realidad.

Esforcémonos en recordar, repetir y guardar en nuestro corazón las palabras del salmista: “¡Señor, pon un centinela en mi boca!”, repitiendo, al mismo tiempo: “Señor, haz que no vacilemos en pronunciarnos en defensa de la verdad, o para consolar y animar al que sufre, a quien una sola palabra podría ofrecerle calor y fuerza en un momento de amargura”. (Colosenses 4, 6)

(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 172)

 

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