¡Atento con tu lengua, pero, ante todo, con tu mente! No permitas que los pensamientos malos comiencen a conversar contigo.

No permitas que tu lengua pronuncie palabras que pudieran herir a tu hermano.

Que tu lengua emita sólo palabras llenas de buen aroma, palabras de consuelo, de ánimo y esperanza.

La lengua del hombre evidencia lo que éste tiene en su corazón, haciendo visible el hombre interior.

(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos, Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Egumenița, p.195)