Palabras de espiritualidad

La madre no puede ser reemplazada por nadie en el crecimiento de los hijos

    • Foto: Benedict Both

      Foto: Benedict Both

Nadie mejor que la mamá sabe hasta dónde debe llegar la severidad y hasta dónde la indulgencia; nadie domina mejor el arte de sembrar en el niño el deseo de conocer, de llamar su atención, de darle enseñanzas prácticas.

Ser madre es un oficio, cuya primera condición es la abnegación. La madre verdadera, fiel a su llamado, no dice, “Aquí está mi hijo, al que he parido para mí misma”; al contrario, ella piensa, “He aquí mi un hombre, a quien dí a luz para el bien del mundo”. ¿Quién será este niño? (Lucas 1, 66), pregunta la tierra, el Cielo y el infierno, inclinándose sobre la cuna de la pequeña criatura. La respuesta depende, en gran medida, de la educación, y la educación, principalmente de la madre.

Del inicio de la educación dependen muchas cosas: en la orientación que se le da al niño en sus primeros años de vida se esconde el embrión de sus actividades futuras. Sin embargo, en esos primeros años está completamente en las manos de su madre. Y, ciertamente, ¿quién podría sustituir a la madre en esos años? ¿El papá? Pero él no tiene la suficiente inclinación, ni el tiempo necesario, ni la paciencia que hace falta, mientras que la mamá tiene todo eso. Nadie conoce mejor que la madre, cuál es el carácter del niño, cuáles son sus puntos fuertes y sus puntos débiles, qué puede hacerse con su temperamento.

Nadie mejor que la mamá sabe hasta dónde debe llegar la severidad y hasta dónde la indulgencia; nadie domina mejor el arte de sembrar en el niño el deseo de conocer, de llamar su atención, de darle enseñanzas prácticas. Nadie, aparte de la madre, es capaz de conseguir que ese pequeño retoño se desarrolle debidamente. No existe mayor influencia, en las relaciones humanas, que la de la madre sobre su hijo.

No esperen de ella acciones sistemáticas: ella actúa especialmente por inspiración, más que calculadamente. Puede parecer que actúa improvisadamente, pero en lo que concierne a la educación de los hijos, su sentimiento llegará más certeramente al blanco, que todos los razonamientos del padre... ¡Y qué cambios tan maravillosos ocurren en el niño, con la influencia de la madre!

(Traducido de: Cum să educăm ortodox copilul, Editura Sophia, București, 2011, pp. 58-59)