Palabras de espiritualidad

La oración del anciano José el Asceta a nuestro Señor Jesucristo

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Aunque por Ti derramara toda mi sangre, no conseguiría agradecerte en nada.

"Oh, amado y Dulcísimo Jesucristo, ¿Quién oró por mí, para que me trajeras a este mundo y para que naciera en una familia de padres buenos y creyentes? ¿Cuánto tengo que amarte, para agradecerte por este enorme don y por el bien que me has hecho? Aunque por Ti derramara toda mi sangre, no conseguiría agradecerte en nada.

Dulcísimo Salvador mío, ¿quién te pidió que me soportaras tantos años, a mí que desde mi puericia vengo pecando, sin que me rechaces, aún viendo cómo juzgo a los demás, cómo robo, cómo me enfurezco, cómo anhelo satisfacer los deseos de mi vientre y cómo caigo en tantas debilidades, cometiendo incontables maldades, mientras que a Ti, Dios mío, te insulto con mis actos?

Tú, Señor mío, no has enviado la muerte para que me lleve, hallándome entre tantos pecados, sino que me has seguido sufriendo, a mí, pecador, que si muriera hoy, caería en el tormento eterno. ¡Oh, grande es Tu bondad, Señor!”.

(Traducido de: Arhimandritul Efrem Filotheitul, Starețul meu Iosif Isihastul, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2010, pp. 260-261)