Palabras de espiritualidad

¡La oración me ha ayudado a vencer las pesadas cargas de la vida!

    • Foto: Elisei Roncea

      Foto: Elisei Roncea

“Las alegrías más grandes de mi vida como monje, me las han dado la serenidad y la oración perseverante. Mi anhelo más grande siempre ha sido alcanzar la “oración del corazón”. Pero esto es algo que solamente la Gracia de Dios nos puede dar”

Un día, los discípulos del padre Calínico (Caravan) le preguntaron sobre las alegrías espirituales que había experimentado en su vida.

—Las alegrías más grandes de mi vida como monje, me las han dado la serenidad y la oración perseverante. Mi anhelo más grande siempre ha sido alcanzar la “oración del corazón”. Pero esto es algo que solamente la Gracia de Dios nos puede dar. Cuando era stárets, solía mantenerme muy ocupado con todos los asuntos administrativos del monasterio, de manera que no me quedaba tiempo ni siquiera para orar y asistir a la iglesia con regularidad. Por eso, un día decidí retirarme un poco a la soledad de una celda en nuestro monasterio, y ahí empecé a ayunar mucho, a dormir poco y a orar con fervor y perseverancia, haciendo también muchas postraciones, pronunciando día y noche la oración “Señor Jesucristo, Hijo de Dios…”. Solamente por la noche, cuando ya era tarde, comía un poco de pan y bebía un vaso de agua.

A los dos días, todavía no sentía la dulzura de la oración. Pero, al tercer día, Dios se apiadó de mí. Repentinamente sentí un gozo indescriptible, un júbilo celestial, algo que inundó mi alma. Mis lágrimas brotaban sin cesar y una santa paz dominaba mi entero ser. Luego de unas horas desperté de ese estado y entonces entendí que es el verdadero camino que lleva a la “oración de fuego”, de la que hablan los Santos Padres.

Así las cosas, ¡oración, mucha oración y más oración! Desde que probé la dulzura de la “oración de Jesús”, nunca más la volví a dejar. Por medio de la oración, he podido vencer las pesadas cargas de la vida. Con la oración he obtenido la paciencia, la mansedumbre y la paz del alma, ¡que es tan, tan cara!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 721)