Palabras de espiritualidad

La pureza está al alcance del joven

    • Foto: Oana Nechifor

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¿Qué es lo que más nos ayuda a librarnos de los demonios del desenfreno? La fe en Dios, el temor a Él y la búsqueda perseverante del auxilio divino.

La corona de la pureza es el mejor atuendo para el joven. Aquel que sabe refrenarse en su juventud, fácilmente luchará contra los impulsos de su cuerpo en la edad adulta. De esta forma, por haber guardado la pureza en la juventud, se le concederá tener una vejez luminosa. Y lo mejor, el día del estremecedor Juicio estará a la derecha del Señor, revestido con el blanco atavío de la pureza, para cantar junto con quienes vnecieron el pecado y que llevan en sus manos ramos de palma: “La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero (Apocalipsis 7, 10).

Si, mientras mantiene su virginidad, el individuo no se acostumbra a la pureza, difícilmente podría alcanzarla después de haber experimentado los placeres que provocan las pasiones del desenfreno. La lucha por la pureza es más sencilla para el que ya es puro, que para el que se ha manchado con el pecado. Si no hemos probado determinado alimento, y sólo hemos oído hablar de él, nuestro paladar no anhelará fuertemente gustar de él. “Lo mismo ocurre con los cuerpos castos: les resulta más fácil luchar contra el desenfreno, por desconocer en qué consiste esa pasión”, dice San Juan Climaco.

¿Qué es lo que más nos ayuda a librarnos de los demonios del desenfreno? La fe en Dios, el temor a Él y la búsqueda perseverante del auxilio divino. Las virtudes no se obtienen solamente con nuestras fuerzas humanas. Esto es válido especialmente en lo que respecta a la pureza. San Juan Climaco dice con razón: “Ninguno de los más juiciosos en la pureza se atribuyó a sí mismo ese logro. Porque es algo que sobrepasa nuestras capacidades. Allí en donde nuestra naturaleza se ve doblegada, se siente la presencia de Aquel que está más allá de esa naturaleza”.

(Traducido de: Arhim. Serafim Alexiev, Curăția – tâlcuire la rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, p. 49-50)

 

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