Palabras de espiritualidad

La vida espiritual no se ve, sólo se siente

    • Foto: Maria Burla

      Foto: Maria Burla

Cualquiera que sea el motivo de una tristeza abrumadora, o de una congoja desesperanzadora, esta viene simple y llanamente de los demonios. La Gracia de Dios no desciende ahí donde hay angustia, tristeza, porque no sabrías qué hacer con tanta riqueza y terminarías desperdiciándola.

Es un gran error lo que dicen algunos: “¡He reprendido al demonio!”, porque a éste le conviene mucho el diálogo con el hombre. ¡Orar es mejor! Él huye de la oración que haces. Si sientes que te ataca físicamente o te molesta de una u otra manera, dirígete a Cristo con tu oración: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Es una oración sencilla. Pero no la hagas con agitación, sino con calma y dominio de ti mismo. Porque cualquiera que sea el motivo de una tristeza abrumadora, o de una congoja desesperanzadora, esta viene simple y llanamente de los demonios.

La Gracia de Dios no desciende ahí donde hay angustia o tristeza, porque no sabrías qué hacer con tanta riqueza y terminarías desperdiciándola. Y, por precaución, tampoco esa gracia viene a ti, porque ella entra en donde hay paz espiritual, en donde nuestro ser la transforma como con un aparato a reacción, decidiéntote a actuar, a perfeccionarte... y así es como alcanzas la plenitud espiritual, por no decir que te deificas, por la gracia, por supuesto. Pero en el fondo de un estado de alegría, la vida espiritual no se ve, sólo se siente. Si sientes una suerte de orgullo, es que no hay humildad en ti. No es correcto decir: “¡Yo soy humilde!”. Es mejor percibir simplemente esa alegría espiritual, como un estremecimiento de calor al relacionarte con todos los demás.

(Traducido de: Părintele Arsenie Papacioc, Despre armonia căsătoriei, ediţie îngrijită de Ieromonahul Benedict Stancu, Editura Elena, Constanţa, 2013, pp. 16-17)