Palabras de espiritualidad

La Virgen María es el punto de encuentro entre el mundo divino y el mundo creado

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

Si leemos la Escritura desde esta perspectiva, entendemos que María, Virgen y Madre del Señor, tiene un rol esencial en la Encarnación de Cristo. Ella es la “tierra” o “materia” que habría de concebir —después de que “el poder del Altísimo” viniera sobre ella (Lucas 1, 35)— un Nuevo Adán (Cristo) y una nueva creación.

La Escritura nos revela el descenso eterno —y redentor para la humanidad— realizado con el Misterio de la Encarnación, Pasión y Resurrección de Cristo. Esta revelación fue prefigurada en el Antiguo Testamento, pero  realizada en el Nuevo Testamento. Fue facilitada por escritores como Moisés, los Evangelistas y los maestros apostólicos, como Pablo, e interpretada con el auxilio del Espíritu Santo. El núcleo de esta revelación es Cristo, Palabra e Hijo de Dios: según lo que dicen los Santos Padres, los cristianos pueden entender el significado de la Escritura solamente si la leen en calidad de miembros del cuerpo de Cristo, iluminados por ‟la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Juan 1, 9). Si leemos la Escritura desde esta perspectiva, entendemos que María, Virgen y Madre del Señor, tiene un rol esencial en la Encarnación de Cristo. Ella es la “tierra” o “materia” que habría de concebir —después de que “el poder del Altísimo” viniera sobre ella (Lucas 1, 35)— un Nuevo Adán (Cristo) y una nueva creación. Aceptando voluntariamente el mensaje del Arcángel Gabriel y consintiendo la voluntad de Dios, María borra el pecado de Eva: la desobediencia.

Después de aceptar, María glorifica a su Señor con el Magnificat (Lucas 1, 46-55), dando un mensaje de justicia e igualdad. Ella llora por su Hijo a los pies de la Cruz, pero también recibe a Juan (e, implícitamente, a todos los cristianos) como hijo suyo en lugar de Cristo (Juan 19, 25-27). Según la tradición ortodoxa, María se halla entre las mujeres miróforas y fue, junto con María Magdalena, una de las primeras personas en ver al Señor Resucitado. Ya desde los primeros siglos, la tradición cristiana siguió meditando no solamente sobre estos pasajes neotestamentarios, sino también sobre las profecías y las señales del Antiguo Testamento que anunciaban el rol central de la Virgen María en el Misterio de la Encarnación. Ella siguió siendo virgen aún después de haber dado a luz a Cristo. Tal como dicen muchos exégetas y poetas litúrgicos, María representa, así, un vínculo físico o un punto de encuentro entre el mundo divino y el mundo creado. Al igual que San Juan el Bautista, ella es considerada por los escritores cristianos —empezando con San Pablo— una mediadora entre la antigua alianza y la nueva; por esta razón, la Virgen María es bendecida por todas las generaciones, desde la antigüedad y hasta nuestros días (Lucas 1, 48).

(Traducido de: Mary B. Cunningham, Maica Vieții. Învățătura ortodoxă despre Maica Domnului, traducere Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 55-56)