Palabras de espiritualidad

Las dos vías del perdón en la vida del cristiano

    • Foto: Valentina Birgaoanu

      Foto: Valentina Birgaoanu

Dios nos pide algo a cambio del perdón que necesitamos: “¿Quieres que te perdone todos tus pecados? Bien, te los perdono, pero con una condición: que también tú perdones a tu prójimo”.

Tan importante es para el Señor que seamos capaces de perdonar a nuestro semejante, que Él tampoco nos perdona si nosotros no lo hacemos antes con quien nos ofendió: “Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6, 14-15). Aunque todo pecado es contrario a Dios y solamente de Él podemos obtener el perdón, del pecado que cometemos para con nuestro semejante, Dios no nos perdona sin la aprobación del ofendido. Por eso, cuando le pedimos perdón a alguien, este nos responde: “¡Que Dios te perdone!”, es decir: “¡Te he perdonado! ¡Ahora ya te puede perdonar Dios!”. Solamente así nos perdona Él también. Y es que, para nuestra renovación espiritual, en primer lugar, necesitamos el perdón de Dios; también este es el sentido del sacrificio del ayuno.

Por Su gran amor a la humanidad, Dios nos pide algo a cambio del perdón que necesitamos: “¿Quieres que te perdone todos tus pecados? Bien, te los perdono, pero con una condición: que también tú perdones a tu prójimo”. Por eso es que cada vez que repetimos el “Padre nuestro”, nos comprometemos con Dios, diciendo: “Perdona, Señor, nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Sin ese perdón, tampoco Dios nos perdona a nosotros.

(Traducido de: Protosinghelul Petroniu TănaseUșile pocăinței, meditații duhovnicești la vremea Triodului, Editura Mitropoliei Moldovei și Bucovinei, Iași, 1994, p. 38)