Palabras de espiritualidad

Las respuestas de San Serafín de Sarov: no siempre las esperadas, siempre las más certeras

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Si te casas, serás feliz; por eso, no te aconsejo que te hagas monja. Es un camino muy duro, que no todos saben soportar.”

Cierta vez, vinieron a buscar a San Serafín dos muchachas, hijas espirituales del padre Esteban, monje de Sarov. Una era muy joven, y provenía de una familia de comerciantes. La otra, un poco mayor, era de origen noble y desde hacía muchos años había sentido el llamado a la vida monacal, pero sus padres no se lo permitían. Así, le pidió al padre Serafin que le diera su bendición para entrar al monasterio. Sin embargo, éste le aconsejó que se casara:

La vida conyugal es bendecida por Dios mismo. Solamente se necesita que el esposo y la esposa compartan la fe, el amor y la paz. Si te casas, serás feliz; por eso, no te aconsejo que te hagas monja. Es un camino muy duro, que no todos saben soportar.

La otra, que era más joven, no sólo no pensaba en hacerse monja, sino que tampoco se lo mencionó al santo. Sin embargo, éste le dio su bendición para que entrara a la vida monacal y hasta le dijo el nombre del monasterio al que debía entrar.

Evidentemente, ninguna de las dos jóvenes salió contenta de su encuentro con el santo. La primera, amargada por las palabras del San Serafín, sintió cómo su amor por él comenzaba a enfriarse. Hasta el mismo padre Esteban se sorprendió por lo que el santo les había recomendado. No podía entender cómo el stárets había desaconsejado la vida monástica a una persona madura y devota, en tanto que exhortaba a otra, más joven y sin ningún llamado para ello, a irse al monasterio. Sin embargo, el tiempo le dio la razón a San Serafín. La chica más grande se casó y, en verdad, vivió felizmente, mientras que la otra terminó haciéndose monja en el monasterio que el mismo santo le había recomendado.

(Traducido de: Un serafim printre oameni – Sfântul Serafim de Sarov, traducere de Cristian Spătărelu, Editura Egumenița, pp. 164-165)