Palabras de espiritualidad

Las tres virtudes que la Madre del Señor pide a los monjes del Santo Monte Athos

    • Foto: Elisei Roncea

      Foto: Elisei Roncea

La Madre del Señor es la primera hija del Rey, y nuestras almas son las vírgenes que la siguen hasta el trono del Rey de reyes. Su mano nos guía, su manto nos cubre, sus ojos nos miran, su amor nos aviva, su ejemplo nos llena de coraje.

«Han leído, hermanos, cómo, desde hace muchísimo tiempo, la Madre del Señor ha castigado a quienes han atacado el Santo Monte Athos. También han leído cómo nos cubrió con su manto poderoso durante la Guerra Mundial. ¡Con una delicadeza aún más grande que la de una golondrina con sus crías! ¿Acaso los hombres son unos enemigos tan feroces como para temerles tanto? ¡Si no son otra cosa que hierba y ceniza, frente a los espíritus malignos que hay bajo el Cielo, y contra lo cuales, bien armados, ustedes tienen que luchar! Y si nuestra Señora nos protege de los demonios más atroces, quienes jamás cejan en su intento de hacernos caer, ¿cómo no habría de salvarnos de la insignificante maldad humana?

También en nosotros pensaba el profeta, cuando dijo: “Las vírgenes avanzan, al entrar en el palacio del Rey”. La Madre del Señor es la primera hija del Rey, y nuestras almas son las vírgenes que la siguen hasta el trono del Rey de reyes. Su mano nos guía, su manto nos cubre, sus ojos nos miran, su amor nos aviva, su ejemplo nos llena de coraje. ¡Benditos sean quienes glorifican a Dios sin cesar! ¡Bienaventurados los elegidos moradores de la casa de la Madre de Dios! Ella no espera de nosotros ninguna clase de impuesto, sino que únicamente nos pide tres monedas de oro acrisolado al fuego. La primera es la pureza virginal. La segunda es la humildad virginal, y la tercera es la obediencia virginal. Por estos tres casos dones, ella nos promete llevarnos del Santo Monte terrenal al Santo Monte celestial.

¿De qué se lamentan, entonces, mis hermanos de Athos? ¿Por qué hay tristeza en sus almas?

¡Que la paz y la bendición de Dios vengan sobre ustedes!».

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi: scrisori misionare, volumul I, traducere din limba sârbă de Adrian Tănăsescu-Vlas, ediția a II-a, Editura Sophia, București, 2008, pp. 129-130)