Palabras de espiritualidad

Lo que hay que saber antes de consolar al atormentado

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El que es espiritual, cuando quiere acudir a aconsejar a su hermano, ora antes de salir de su celda, para que el Señor le ilumine el camino.

Un monje buscaba a otro hermano y, hallándolo, le dijo: «¿En dónde estabas, hermano?». Y este le respondió: «R. está atravesando algunas dificultades y fui a ayudarle». Dijo entonces el primero: «Si por el Señor fuiste, tendrás recompensa, porque hay algunos que parecen consolar y compadecerse de los demás, sin saber que están provocando mayor perjuicio al que sufre». «¿Cómo es posible esto?». Y el otro replicó: «Si el que asiste a su semejante es una persona espiritual, no le provocará ningún perjuicio, sino un enorme beneficio. Pero, si lo hace simplemente con su entendimiento natural, en nada ayudará a su semejante». El hermano dijo: «Hubiera querido conocer ambos significados, para evitar que, queriendo ayudar a mi prójimo, pueda terminar perjudicándole». Y el otro respondió: «Pidámose Sus misericordias al Señor, porque sin Su don, el hombre es incapaz de realizar algo bueno. Así, escucha: aquel que tiene un juicio meramente terrenal, asistiendo a ayudar a sus hermanos, antepone cosas como esta: ¿Qué te pasa, hermano?”. Y él dice: Le pedí al higúmeno algo que necesitaba, pero no me lo concedió”. O llama a otro hermano, señalándolo de haberle ofendido. Y, oyendo esto aquel que vino a ayudar, dice. ¿Y por qué hace eso? También a mí, el otro día me hizo lo mismo. Nosotros lo respetamos y él no quiere corregirse. ¿Acaso el higúmeno cree que sólo aquí nos podríamos salvar?”. O: “¡Aquí no se puede salvar nadie! ¡Me voy de este lugar, para librarme de estas personas!”. Diciendo estas cosas, está dañando mucho a su hermano. Y si hubiera otros sometidos a la misma clase de ideas, peor les haría oír decir esas cosas de quien viene a ayudarles. Muchas veces ocurre que tengan también vino, y no dejen de beber hasta que no se embriaguen, discutiendo por cualquier cosa. Hay veces que hasta se dan de golpes. Hay otros que hasta se quedan dormidos, por causa del vino consumido».

El hermano dijo: «Quisiera conocer esos entendimientos espirituales, para elegir lo mejor para mí». Y el otro responde: «El que es espiritual, cuando quiere acudir a aconsejar a su hermano, ora antes de salir de su celda, para que el Señor le ilumine el camino. Y, viniendo a la puerta de su hermano, cuando este le abre, se inclina ante él. Y, al ser invitado a pasar adelante, entra y oran, y después se sientan en silencio. Luego, el propietario de la celda dice: “¡Bienvenido, bendícenos!”. Y el otro responde: “Yo soy el bendecido por ti. Así, bendito de Dios, ¿qué es lo que te ocurre?”. Y el hermano le cuenta sus pensamientos, o que alguien le ofendió». Escuchando el hermano estas cosas, concluyó: «Que Dios nos ayude, porque el enemigo no desea la paz entre nosotros». Y el otro dijo: «Hermano, ¿en dónde no hay aflicciones? ¿En dónde no hay fatiga? ¿Acaso los laicos no se esfuerzan y sufren también? ¿Los marineros, viajando por el mar, no se afligen? ¿Los soldados no son heridos en la guerra? ¿Acaso nos apenamos, creyendo que solamente nosotros sufrimos? Los laicos, en las cosas del mundo se afanan, y los espirituales, en las cosas espirituales. Pero la repulsión del mundo obra la muerte, en tanto que la repulsión según Dios, la contrición que lleva a la vida eterna. Así, también nosotros, sufriendo, no nos desanimemos, porque está escrito: Su aflicción se volverá alegría (Juan 16 20).  Y tú ya soportaste todo eso antes, y ahora con el cuerpo lo realizas».

(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte şi învăţături vol 2, Editura Bunavestire, Bacău, 2008, p. 160-162)