Palabras de espiritualidad

Lo que trajo consigo la caída de Adán

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

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El pecado y la muerte son consecuencias del sometimiento moral del hombre. Esa esclavitud moral es, entonces, el mal más grande, porque trajo el pecado y la muerte, es decir, provocó la desnaturalización de la imagen divina y la corrupción del alma y el cuerpo.

“Por tanto, así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron” (Romanos 5,12).

El pecado y la muerte son las terribles consecuencias de la iniquidad y la desobediencia, y fruto también de la esclavitud de la libertad moral del hombre. El primer hombre, de hecho, dejándose engañar, primero renunció al consejo de la voz interior, al fervor por el cumplimiento de los mandatos divinos, primero sometió su libertad moral a las sugerencias del demonio, considerándolas mucho más grandes que su propia dignidad e inclinación al bien; sometió —por su libre albedrío— lo más bueno que tenía al consejo del maligno, creyéndolo más importante y más juicioso. Obedeciendo así a quien creía más importante, vulneró el mandamiento divino, mismo que antes buscaba y respetaba. Si Adán, como ser libre e independiente, no hubiera sometido su libertad moral al maligno, jamás habría infringido el mandamiento divino. Así pues, el pecado y la muerte son consecuencias del sometimiento moral del hombre. Esa esclavitud moral es, entonces, el mal más grande, porque trajo el pecado y la muerte, es decir que provocó la desnaturalización de la imagen divina y la corrupción del alma y el cuerpo. El pecado es un gran mal, porque somete el alma, siembra la semilla de la enfermedad, la disuelve y la destruye, y, finalmente, le prepara la muerte. Tal como las enfermedades destruyen el cuerpo y lo matan, lo mismo hace el pecado con el alma. El alma que es débil y doblegada por el peso de sus pasiones, jamás puede ver al cielo, porque todo el tiempo trastabilla. Es un alma completamente incapaz de alzar sus ojos a la luz de la verdad. 

(Traducido de: Sfântul Nectarie de EghinaDespre îngrijirea sufletului, Editura Sophia, București, 2009, p. 45)