Palabras de espiritualidad

Los errores más comunes al practicar la “Oración de Jesús”

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Los Santos Padres nos aconsejan no ocuparnos de ninguna virtud que pudiera llevarnos a envanecernos. San Gregorio el Sinaíta dice que la mejor defensa, para el atleta de la oración, es permanecer siempre en un estado de humildad mental, para que la alegría que le produzca la oración no le lleve al orgullo.

He aquí algunos de los errores que podríamos cometer al practicar la “Oración de Jesús”:

- Al igual que en los trabajos físicos, en la práctica de la oración el cristiano debe guiarse por la justa medida. De lo contrario, el ayuno severo y la ascesis exagerada, en pos de recibir los dones divinos, podrían llevar al individuo a caer en el orgullo e incluso a perder el juicio.

- Hay quienes practican la “Oración de Jesús” con el propósito principal de alcanzar lo antes posible la percepción de la Luz Divina, perdiendo pronto la devoción y la esperanza. El cristiano debe entender que esto no es algo que ocurra inmediatamente y que esta lucha dura muchos años. Dios no pasa sobre nuestra voluntad, porque somos personas y tenemos libre albedrío, pero tampoco nosotros debemos forzar la libertad de Dios, porque también Él es Persona y viene a nosotros cuando cree que es justo, cuando así lo quiere, de acuerdo a Su plan de salvación (para el mundo y para cada persona en particular).

- Otro error es conferirle una importancia exagerada a los métodos psicotécnicos en la práctica de la “Oración de Jesús”. Estos métodos, verbigracia, la inspiración y la expiración, así como el ritmo de los latidos del corazón, son solamente medios generales para concentrar nuestra mente y librarla de los elementos ajenos a su naturaleza. No son métodos “milagrosos”, aunque son muy útiles, porque evitan que la mente se disperse. Cuando la mente llega a concentrarse y a permanecer en sus lindes interiores, todas esas técnicas auxiliares se vuelven innecesarios.

- Otros errores aparecen cuando queremos pasar rápidamente de un nivel a otro en la oración. Algunas personas, saltándose el primero, pasan directamente al segundo, sin conseguir mayor cosa. Hay otros que saltan del primero al tercero, basándose especialmente en su propia respiración. En este caso, su propio corazón podría empezar a sufrir y llevar a que la “Oración de Jesús” cese. No se trata de una enfermedad, claro está, pero es posible que este santo esfuerzo se detenga.

- Otra tentación, al practicar la “Oración de Jesús”, está relacionada con las lágrimas. Cuando esta oración trabaja en la mente, los ojos suelen derramar muchas lágrimas. Pero esto no es algo indispensable. La oración puede continuar perfectamente aún sin llorar. Así pues, no debemos caer en la desesperanza si vemos que las lágrimas no aparecen, que Dios sabe cuándo las hará brotar. Y aunque nos inundáramos de lágrimas, no debemos prestarles mucha atención ni mostrar a otros nuestro estado (a excepción de nuestro padre espiritual). La práctica ascética dice que, si hablamos de esos estados con los demás, estos se disiparán inmediatamente, y será necesario que pase mucho tiempo antes de que podamos adquirirlos nuevamente.

- De igual forma, no debemos preguntarnos constantemente en qué estado de la oración nos hallamos. Lo importante es continuar con humildad, sin importar el nivel en el que estamos. Asimismo, no debemos envanecernos, al orar, por el estado que hayamos alcanzado, porque podríamos perder todo. El hombre es como un mendigo que busca un trozo de pan y luego se jacta por haber recibido uno. La humildad es el tesoro de todas las virtudes. Ella oculta todas las virtudes y, finalmente, se esconde a sí misma. Entonces, es importante que evitemos el orgullo en nuestra vida espiritual, especialmente cuando aparece como vanagloria. Y, ojo, que esta aparece en todas nuestras virtudes. Los Santos Padres dicen que la vanagloria es como un traidor que a escondidas abre las puertas de la fortaleza, para que sea saqueada por los enemigos. No importa cuántas virtudes o cuánta fuerza tengamos. La vanagloria nos entrega a manos de los demonios. Por eso, los Santos Padres nos aconsejan no ocuparnos de ninguna virtud que pudiera llevarnos a envanecernos. San Gregorio el Sinaíta dice que la mejor defensa, para el atleta de la oración, es permanecer siempre en un estado de humildad mental, para que la alegría que le produzca la oración no le lleve al orgullo.

(Traducido de: Cleopa Paraschiv, Arhim. Mina Dobzeu, Rugăciunea lui Iisus, Editura Agaton, Colectia „Rugul aprins”, Făgăraș, 2002)