Palabras de espiritualidad

Los pecados cometidos con y sin intención

    • Foto: Tudorel Rusu

      Foto: Tudorel Rusu

Quienes pecan pensando que más adelante, cuando lleguen a viejos, se arrepentirán de todas sus faltas, se equivocan al confiar en que obligatoriamente recibirán el auxilio de Dios.

¿Hay alguna diferencia entre pecar voluntariamente o sin intención? San Paisos dice que «las faltas o pecados cometidos sin intención o por desconocimiento son menos graves». Además, agrega que los pecados son siempre pecados, aunque podrían existir circunstancias atenuantes. Cuando pecamos sin intención, Dios, en Su Misericordia y Amor infinitos por la humanidad, nos ayuda a que esa caída nos ayude a corregirnos. Y lo explica así: «Esto significa que, ya que hemos pecado sin intención, Dios utiliza nuestra falta para hacer algo bueno, es decir, volvernos al camino correcto. Pero, cuando pensamos antes de pecar, cuando nos hacemos un plan para cometer el pecado, y luego nos arrepentimos por lo que hicimos, deberíamos orar para que ningún mal venga sobre nosotros, como repercusión del pecado cometido».

Algunos de nosotros podrían ser tentados en mayor medida que otros, pero Dios siempre se apiada y nos ayuda, según la tentación que enfrentamos. El piadoso Paisos dice: «Alguien, por ejemplo, podría salir de viaje, sin intención de pecar, encontrando en su camino alguna tentación y cayendo en pecado. Se arrepentirá, intentará no volver a cometer el mismo pecado... pero nuevamente será tentado. Semejante persona tiene circunstancias atenuantes, porque sin buscar cómo pecar, al ser tentado, cae en falta, pero luego se arrepiente. Sin embargo, quien dice: “Para poder hacer tal cosa, debo también hacer el mal”, Esta persona peca intencionalmente, por su propia voluntad. En otras palabras, planifica con anticipación cómo cometer el pecado y pone en práctica el esquema proyectado en camaradería con el demonio. Tal clase de pecado es realmente grave, porque es premeditado... Luego, que la persona no espere recibir el auxilio de nadie, porque no merece tan siquiera que Dios le ayude, y lo más probable es que la muerte le encuentre sin haberse arrepentido de todo lo que ha cometido».

Hay quienes dicen que esperarán hasta hallarse en su lecho de muerte para arrepentirse. Los que pecan voluntariamente, seguramente no podrán cumplir con tal idea. El padre Paisos nos relata algo al respecto: «Cierto hombre, dedicado a la construcción, solía decir: “Cuando envejezca, me iré a Tierra Santa y me bautizaré en el río Jordán, para que todos mis pecados queden purificados con sus aguas”, pero seguía teniendo una vida llena de pecados y vicios. Finalmente, cuando ya casi no podía caminar, y su otrora vigoroso cuerpo era ya débil y endeble, le dijo a uno de los que trabajaban con él: “Estoy decidido a irme a Tierra Santa, como un peregrino, para ser bautizado en el Jordán.” El otro le respondió con osadía: “Jefe, si usted tiene un corazón puro, seguramente llegará a ese lugar. Si no, morirá en el camino”. Fue como una profecía, porque una vez llegó a Atenas para tramitar su viaje, el hombre murió. Con el dinero del vuelo contrataron una empresa funeraria, para llevar el ataúd con el cuerpo a su ciudad natal».

Una vida de remordimientos y contrición verdadera por nuestros pecados, implica el hecho que intentamos librarnos de los pecados cometidos voluntariamente por nosotros. Deberíamos acudir con mayor frecuencia a confesar los pecados que cometemos por causa de todas las tentaciones que enfrentamos día tras día. Y podemos confiar que Dios nos mostrará Su misericordia, si nuestras intenciones son sinceras. Sin embargo, quienes pecan pensando que más adelante, cuando lleguen a viejos, se arrepentirán de todas sus faltas, se equivocan al confiar en que obligatoriamente recibirán el auxilio de Dios. El sólo pensamiento de demorar la confesión o la comunión con el Cuerpo y la Sangre del Señor, significa que estamos de acuerdo con los pecados que nos dominan, es decir, que los aceptamos en nuestra vida, y también con nuestro errado estilo de vida, y que no necesitamos de la misericordia y auxilio de Dios. De aquí resulta el hecho que pecamos intencionalmente. Para seguir el ejemplo que nos dejó nuestro Señor, debemos estar siempre atentos a cada una de nuestras faltas. Y debemos pedir constantemente el auxilio de Dios, para que Él nos guíe hacia Su Reino eterno.