Palabras de espiritualidad

Los peligros de la internet para los niños

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Frente al ordenador, cada uno de nosotros se siente como un “dios” en este mundo. Ante el ordenador, todo depende de ti, las órdenes que das, las opciones que se te ofrecen, la libertad que parece ser total.

No es bueno que los niños pequeños utilicen la internet, porque podrían caer en una terrible trampa, la del engaño. Buscando y examinando frenéticamente millones de páginas web en todos los idiomas del mundo, cuando termina ese periplo, ¿en dónde se halla el utilizador? Se oprime el botón “detener” y seguirá ante la pantalla, aunque el engañador le ofrezca la falsa impresión de dominar el mundo. El paseo virtual por tantos mundos diferentes y el contacto con personas que aparentemente te entienden y te apoyan, se cierra tal como empezó... frente al ordenador. ¡Qué engaño! Si queremos tanto a las personas con las que hablamos, ¿tenemos también, a partir de esto, el impulso normal de traer esas personas a nuestra vida? Si algunos lugares del mundo nos son queridos, ¿tenemos, acaso, el impulso normal de visitar esos lugares, de ir y contemplar la naturaleza? La respuesta para ambas preguntas, cuando la internet nos esclaviza, es negativa. Esto, porque la internet es un arma que lucha contra el buen sentido, contra la vida y, por eso, mucho regocijo hay en el reino de la oscuridad cuando elegimos la pasividad, la dejadez y la impasibilidad ante una pantalla pecadora. Una explicación para la tendencia de estar tanto tiempo ante el ordenador deriva del hecho que nada nos satisface comletamente, y por eso intentamos cambiar esa gran frustración con una más pequeña. Por eso es que vamos de búsqueda en búsqueda, hasta el cansancio, hasta entristecernos o volvernos ansiosos. Frente al ordenador, cada uno de nosotros se siente como un “dios” en este mundo. Ante el ordenador, todo depende de ti, las órdenes que das, las opciones que se te ofrecen, la libertad que parece ser total. Aún más, hay juegos especializados en temas de magia y divinidades; en uno de ellos puedes elegir, por ejemplo, ser Zeus. ¡Otro engaño! Porque, esa autoridad que te hace sentirte tan lleno de ti, siempre tendrás que compartirla con alguien que no ves, como el programador y el autor del juego, quienes, alimentándote con la fantasía, te llevan a donde quieren, y no a donde crees que puedes ir tú por tu propia voluntad. Además, el administrador o proveedor de servicios en cualquier momento puede saber en dónde estás, qué sitios visitas, cuáles son tus preferencias, tus fantasías y tus sueños... Sabe exactamente con quiénes te relacionas y por qué lo haces, sabe qué páginas visitas, y cuándo y cómo entras a ellas...

(Traducido de: Cristian Șerban, Internetul – Tinerii în fața provocării, Editura Egumenița, p. 8)