Mi fe te ve, Señor. Ella es la luz y eso que me hace ver más allá del horizonte de mis ojos. Ella es la percepción de Tu omnipresencia. Ella empuja mis rodillas al suelo y levanta mis brazos al Cielo. Mi fe es el vínculo de mi alma contigo. Ella hace que mi corazón salte y mi lengua cante.

Cuando el gorrión se acerca al nido, los polluelos se agitan de alegría. Sienten, desde la distancia, que su madre ha vuelto. Mi fe es mi felicidad, porque tú vienes, oh Madre mia. Si un amigo piensa en mí al escribir una carta estando lejos de aquí, yo también pienso en él. Mi fe es pensar en Ti, oh Poderosísimo Señor, haciéndote pensar en mí. Cuando un león se aleja de su compañera, sus ojos se llenan de añoranza. Mi fe es mi añoranza de Ti, cuando estás lejos de mí, Belleza de mi alma. Cuando no hay sol, las peores tormentas azotan los mares. Mi fe es la calma de las tormentas de mi alma, porque Tu luz me llena y me sosiega.

(Traducido de: Sfântul Ierarh Nicolae Velimirovici, Rugăciuni pe malul lacului, Editura Anestis, 2006, pp. 67-68)